martes, 30 de junio de 2009

QUÉ INSENSATEZ: APOSTAR A LA VIDA O A LA MUERTE

APUESTA DE VIDA O MUERTE
por el Hermano Pablo

Los dos personajes se sentaron a la mesa de póker. Se miraron a los ojos. Uno de ellos estaba serio, muy serio. El otro lucía una leve y mordaz sonrisa diabólica.

—¿Qué apostamos? —preguntó el primero.

—El alma de ése que se está muriendo —respondió el otro.

Y repartieron las cartas en una atmósfera tensa y pesada.

Uno de los jugadores, el sacerdote Michel Scotto, de Le Mans, Francia, miró sus cartas: tres reyes. Pensó que era una buena mano y que podía ganar, así que puso sus cartas sobre la mesa. El otro, sin dejar de sonreír mefistofélicamente, mostró las suyas: tres ases y dos reinas. Full. Había ganado la partida.

—Me llevo esa alma, que es mía —dijo riendo el diablo.

El padre Scotto, derrotado, vencido y amargado, apenas pudo hacer la señal de la cruz.

Esta alegoría la relata el sacerdote francés Michel Scotto. Pero para él no es alegoría. Para él es realidad. Él dice que se jugó al póker la salvación de un pecador moribundo. El diablo, mucho mejor jugador que él, y además mentiroso, tramposo y engañador, le ganó la partida.

Esta historia, verídica o imaginaria, contiene varias verdades que merecen nuestra reflexión.

En primer lugar, Satanás ciertamente ronda en busca de las almas de este mundo. El apóstol Pedro dice: «Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar» (1 Pedro 5:8). Eso debemos darlo por sentado.

Otra gran verdad que esta historia revela es que Dios también anda en busca de las almas de este mundo. Jesucristo, refiriéndose a sí mismo, dijo: «Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). Así como Satanás ronda en busca de las almas de este mundo, Cristo, también, anda en busca del pecador que está perdido.

Lo que la historia no revela es que el destino del alma humana no está a merced de ninguna lotería ilusoria. Es más, la salvación eterna del hombre no la deciden ni Dios ni el diablo. El voto determinante lo da el hombre mismo. Jesús dijo: «Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). Cada uno de nosotros decide por cuenta propia si su alma será del diablo o de Dios, si pasará la eternidad en el cielo o en el infierno. El voto determinante es el nuestro. Más vale que nos decidamos por Dios.

www.conciencia.net

lunes, 29 de junio de 2009

LA CONFESIÓN DEL CONDOR : UN EJEMPLO A SEGUIR

LA CONFESIÓN DEL CÓNDOR
por Carlos Rey

La selección chilena jugaba el partido decisivo para ir al mundial de Italia. No valía el empate. Tenían que ganarle al Brasil, en el Maracaná.

El ambiente estaba tenso. Más de 130.000 espectadores habían colmado las graderías del inmenso estadio. Cuando se entonó el Himno Nacional de Chile, las rechiflas y los gritos de los aficionados impidieron que se oyera.

«Otra vez Brasil al ataque. 17 minutos de juego. Dunga tiene la pelota. Dunga avanza con velocidad. Dunga no levanta la cabeza. Dunga centra la pelota y Careca conecta de cabeza. La pelota con violencia va hacia la portería chilena. Las tribunas se levantan, preparando el grito de gol, que Rojas, con un vuelo espectacular, ahoga. Tiro de esquina.

»Dunga al ataque. Cabecea dentro del área chica. Muchos cantan “¡gol!”, pero Rojas está inspirado. Otra magnífica intervención. “El Cóndor” vuelve a volar y saca la pelota al tiro de esquina.»

No importaba. Brasil sólo tenía que mantener el empate. Era lo único que necesitaban para ir a Italia.

En las gradas de ese monstruoso estadio se encontraba una empleada de “Light”, la compañía de electricidad de Río de Janeiro. Alguien le había entregado una bolsa de plástico con dos luces de bengala. Durante el primer tiempo, que terminó empatado sin goles, ella se había olvidado de la bolsa. Pero al inicio del segundo tiempo, después del gol de Careca del Brasil, sacó la bengala, leyó las instrucciones, apuntó hacia el cielo y tiró la cuerda.

Silbando, la luz de bengala cayó sobre la cancha, a escasos metros de «El Cóndor». Rojas se llevó las manos a la cara y el juego se interrumpió. Era el minuto 68 con 44 segundos de juego.

«El Cóndor» estaba herido, en la grama frente al arco. El humo de la pólvora cubría en una nube de confusión el incidente. En cuestión de instantes llegó una camilla que se llevó hacia los vestuarios al arquero con el rostro completamente ensangrentado.

Los dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol descubrieron —porque las cámaras no mienten— que Rojas había aprovechado el momento para cortarse la frente con un bisturí que se había metido en el guante, y le aplicaron la pena capital del fútbol profesional; es decir, lo sancionaron de por vida. Pero pasaron diez meses antes de que «El Cóndor» confesara su culpa. El fútbol para él lo había sido todo.

¿Qué podemos aprender nosotros de «El Cóndor»? En su autobiografía titulada El Cóndor herido, que escribió con Sonia Vengoechea e Ítalo Frígoli, nos da a entender que, sea cual sea nuestra justificación, tarde o temprano más vale que confesemos nuestra culpa, si es que queremos librarnos de ese peso que llevamos adentro.1 «Mi problema era con mi conciencia y mi paz interior», reconoció Rojas. Él ya se lo había confesado todo a Dios y a su familia, en privado. Pero Dios le mostró el camino de la confesión pública, y eso —según «El Cóndor»— «era lo único que valía».2
1 1Jn 1:9
2 Roberto Rojas (con Sonia Vengoechea), El Cóndor herido (Deerfield: Editorial Vida, 1993), pp. 17‑80.

www.conciencia.net

viernes, 26 de junio de 2009

LA RIVALIDAD FAMILIAR ES UN DESASTRE

«MI MADRE... ME VE COMO SU RIVAL»
por Carlos Rey

En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:

«Tengo actualmente veintiocho años. Hace veinte años mi padre abusó sexualmente de mí. Su abuso siguió hasta la edad de diez años, [cuando] mi hermano menor lo contó a mi madre. (Mi padre me amenazaba con matarse si yo lo contaba.)

»Al darse cuenta mi madre de ese abuso, pensé que me apoyaría. Por el contrario, me acusó de buscar a mi papá.... Hasta el día de hoy, ella me ve como su rival, y siempre he sentido su falta de amor y rechazo para mi vida.... Ella de hecho me gritó que su gran error fue haberme concebido.

»Cada vez que ellos [se] enferman o necesitan algo, yo trato de ayudarlos. Amo a mi madre y, a pesar de su error, perdoné a mi padre....

»Hoy en día soy casada, pero aún me afecta esta situación. Deseo con todas mis fuerzas perdonar a mi madre, pero no puedo. Mi corazón lleva muchas heridas.... Necesito ayuda. No sé cómo luchar contra mi más grande enemiga, a la que más amo, mi madre.»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimada amiga:

»Cuando Dios nos creó, puso en nosotros el instinto de conservación. Es esa fuerza dentro de usted lo que la hace pensar que no puede perdonar a su mamá. Usted está confundiendo el perdón con el sometimiento. ¿Cómo puede someterse a su mamá cuando es evidente que ella va a seguir hiriéndola a usted vez tras vez, tal como lo ha hecho toda su vida?

»No sabemos qué cosa horrible le haya ocurrido a su mamá que la llevara a maltratarla a usted a tal extremo. Pero ahora en realidad no importa. Lo único que importa es que usted tiene que alejarse de su mamá. Ella es una influencia muy destructiva en su vida....

»Nos preocupa el bienestar de los hijos que usted tal vez ya tenga o pudiera tener en el futuro. Ellos no deben estar con su abuelo materno. El hecho de que él haya abusado sexualmente de usted quiere decir que hay el peligro de que haga lo mismo con ellos si se le presenta la oportunidad. Y esos preciosos hijitos suyos pudieran ser lastimados emocionalmente si estuvieran expuestos con frecuencia al trato de su abuela materna. Así que, a pesar de lo mucho que pueda dolerle, usted tiene que aceptar un futuro que no incluye contacto alguno con los abuelos maternos....

»Si usted tiene acceso a ayuda terapéutica, le recomendamos que se valga de tal apoyo emocional tan pronto pueda. Las experiencias horribles de su infancia han dejado cicatrices que requieren atención. Con el paso del tiempo, cuando su mamá ya no la esté hiriendo constantemente, usted podrá perdonarla. Perdonar es algo digno, y es encomiable que desee perdonar a la persona que la ha herido tanto. Porque así como perdonamos a otros, Dios nos perdona a nosotros.1

»Que Dios sane su corazón herido,

»Linda y Carlos Rey.»

El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana», y luego el enlace que dice: «Caso 32».
1 Mt 6:12-15; Ef 4:32

www.conciencia.net

jueves, 25 de junio de 2009

DECISIONES APRESURADAS QUE ARRUINAN LA VIDA

UNA DECISIÓN DE ÚLTIMA HORA
por el Hermano Pablo

Fue una decisión de última hora. «Nos regresamos hoy mismo», anunció Pedro Nocón. A todos los que festejaban les cayó mal. Se habían reunido dieciséis parientes, de distintos lugares, para una fiesta familiar, y habían estado muy alegres. Pero por alguna razón que ellos no podían explicarse, Pedro Nocón, de treinta y ocho años de edad, decidió regresarse, con su familia, antes que terminara el evento.

Pedro, su esposa Ampee, y sus hijitas Glorianne de cinco años y Jillanne de ocho se subieron al auto y emprendieron el viaje. Apenas habían pasado una hora en la carretera cuando la familia entera se vio envuelta en un masivo accidente. Chocaron ciento cuatro vehículos y murieron veintisiete personas, entre ellos toda la familia Nocón. Y para desgracia, fue una tragedia innecesaria.

Pedro era un próspero contador. Ampee, su esposa, tenía un buen empleo. Contaban con amor, compañerismo, dos hijitas adorables, y prestigio social. Pero Pedro tomó una decisión apresurada, y la muerte los esperó a la vuelta del camino. Todo fue el resultado de esa brusca decisión.

¡Cuántas veces una determinación de último hora, una decisión producto de alguna emoción agresiva, tomada a la ligera, cambia por completo una vida! Y la gran mayoría de las veces es para tragedia y ruina.

Veamos el ejemplo Bíblico clásico: la traición de Judas Iscariote. No sabemos si fue una decisión de última hora. Lo que sí podemos deducir es que no estaba en su mente cuando, tres años antes, Judas se unió a Jesús. Pero en esa última semana de la vida del Maestro, Judas decidió traicionar a su Señor, y ya sabemos cuál fue el resultado. Judas terminó su vida colgado de un árbol por acción de su propia mano.

He aquí algunos consejos que tratan sobre el peligro de tomar decisiones a la ligera. El primero es: No tome decisiones cuando está en conflicto. Espere a que el conflicto pase.

El segundo consejo es este: No cambie de caballo en medio de la corriente. Espere por lo menos a que salga al otro lado del río.

El tercer consejo es el siguiente: Dos cabezas piensan mejor que una sola. Escoja bien a sus asesores, y huya de consejeros fracasados. Es importantísimo que nunca tome una decisión cuando no esté de acuerdo su cónyuge, ya sea esposo o esposa.

El último consejo proviene de las Sagradas Escrituras: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie» (Santiago 1:5).

www.conciencia.net

martes, 23 de junio de 2009

NUNCA DIGAS QUE NO TIENES NADA: TODAVÍA QUEDA LA ESPERANZA Y LA FE EN DIOS

«NI ESPERANZA NI FE»
por el Hermano Pablo

El fuego comenzó con un cortocircuito. En pocos minutos toda la casa estaba envuelta en llamas. Los tres cuartos y las dependencias de la residencia quedaron reducidos a cenizas humeantes, junto con todo lo que había adentro.

Fue en el mes de octubre que la familia de Raúl y Favela Martínez, de Santa Clarita, California, quedó en la calle. Con la ayuda de algunas instituciones benéficas, de iglesias y de amigos, armaron de nuevo la casa.

Sin embargo, a los cuatro meses exactos un segundo incendio arrasó otra vez con todo. La casa quedó de nuevo en escombros, y la familia Martínez volvió a quedar en la calle. Esto era el colmo. Una sola frase resumía la situación: «Ya no nos queda nada —concluyó Raúl—: ni casa, ni dinero, ni esperanza ni fe.»

Nadie puede negar que una doble catástrofe de esa índole basta para aplastar a cualquiera. Que a uno se le queme la casa con todo su contenido es una gran desgracia. Pero a Raúl y a Favela Martínez les ocurrió dos veces: ¡dos veces en el brevísimo lapso de sólo cuatro meses! Con razón dijo Raúl: «Ya no nos queda nada: ni casa, ni dinero, ni esperanza ni fe.»

Esta frase nos lleva a la reflexión. Quedándose uno sin casa, todavía puede sobrevivir. Quedándose además sin dinero, aun así hay vida. Muchos son los que han comenzado una vida nueva cuando todo lo tangible se les ha esfumado. El ser humano, con esa resistencia que es parte de su naturaleza, es capaz de soportar casi cualquier tragedia. Pero cuando se esfuma la esperanza, cuando se apaga la fe, cuando pierde uno la confianza en sí mismo, en el prójimo y en Dios, ya es para decir: «No tengo razón para vivir.»

Hay personas que se identifican perfectamente con Raúl Martínez, pues sienten que han llegado a ese punto. La vida ha sido muy cruel con ellas. Piensan que no les queda ya más recurso que decirle adiós a este mundo.

Sin embargo, hay un detalle interesante. Cuando a uno se le han esfumado todos los frutos de la vida, es uno mismo el que tiene que volver a sembrar la semilla. Pero cuando a uno se le ha acabado la fe, es Dios, el autor de la fe, quien le devuelve a uno la esperanza.

El secreto consiste en darle tiempo a Dios. Dios tiene una virtud llamada «conocimiento previo». Él sabe lo que está haciendo con nosotros, y sabe adonde nos está llevando. La fe y la esperanza las da Dios, pero las da a su tiempo, pues sabe exactamente cuándo es que más las necesitamos. Tengamos paciencia. Dios nunca se equivoca.

www.conciencia.net

lunes, 22 de junio de 2009

MENTES ASESINAS DE PERSONAS QUE PARECÍAN ÁNGELES DE VIDA

CARNE HUMANA: MERCADERÍA EN DEMANDA
por el Hermano Pablo

La mercadería era muy solicitada, pagaban bien, y no había muchos competidores. Había que salir por las noches por los barrios bajos armado de un buen garrote. Por cada pieza de mercadería pagaban doscientos dólares.

Así que Francisco Armando Vídez, de Barranquilla Colombia, entró al negocio. Era cuestión de matar a palos, o como se pudiera, a un ser humano, y luego vender su cuerpo a una escuela de medicina. Era uno de los negocios más extraños que se conociera, pero Francisco llegó a entregar cincuenta cadáveres a la entidad.

Se sabe que las escuelas de medicina necesitan continuamente cuerpos humanos para sus estudios. Es casi imposible conocer y estudiar el cuerpo humano sólo por fotos o en teoría. Se necesita la disección.

¿Cómo, entonces, conseguir cadáveres humanos frescos? La violencia proveyó abundantes cadáveres durante mucho tiempo. Pero cuando éstos se hicieron escasos, hubo que salir a conseguir muertos de cualquier manera. Uno de tales candidatos a la disección, un mendigo de la ciudad, dijo a la policía que había sido golpeado hasta que perdió el sentido, y colocado en una tina con formol, desde donde había logrado escaparse.

«Se necesita carne humana» es un cartel que podría ponerse no sólo en escuelas de medicina sino en muchas otras partes, porque el ser humano ha llegado a ser mercadería codiciable que alcanza buenos precios en ciertos mercados.

El negocio de la droga, por ejemplo, necesita mucha carne humana: carne joven, inexperta, curiosa, problematizada. Y jovencitos y jovencitas caen fácilmente presa del vendedor de cocaína o heroína.

El negocio de fetos necesita carne humana. Y clínicas de abortos, en muchos países del mundo, extraen esa carne y la venden a fábricas de cosméticos. En Europa florece este negocio. Hace algún tiempo detuvieron en la frontera francesa un camión procedente de Bulgaria con dos mil fetos humanos.

Estos son algunos ejemplos de la caída vertiginosa que ha sufrido el valor de la vida humana. Como que todo valor, incluso el valor humano, se mide hoy día en dólares. «Según los dólares que tengas, tanto vales.» Esa actitud nos está haciendo descender a niveles increíblemente bajos de corrupción moral. La consecuencia, por supuesto, en toda la sociedad, es la destrucción.

Sólo una conciencia espiritual puede reconocer el valor verdadero del ser humano. Aunque el mundo entero se empeñe en descender al nivel del animal, nosotros no tenemos que hacerlo. Dios quiere hacernos conscientes del valor del ser humano.

www.conciencia.net

jueves, 18 de junio de 2009

CADA DÍA . MENSAJE HOY

Cristo es cultura

Se levantó Pablo... y dijo: “Atenienses! Veo que en todos los aspectos ustedes son muy religiosos.” 
Hechos 17:22

Cuando escucho la radio en el carro, siempre cambio las músicas que no me gustan. Hay algunas que ni siquiera entiendo. Pero, aún así, intento tratar de comprender lo que está por detrás del rap o la ira de una música Metallica, que tal vez me puedan ayudar a entender la cultura de mi alrededor.

Pablo, tomaba los acontecimientos culturales y las ideas de su tiempo, y los ligaba a los mensajes de Jesús, para que las personas de otras culturas pudiesen comprender. Quien ya es cristiano desde hace un tiempo, tiene la certeza de que entenderá el mensaje que oirá de la Biblia. Pero ese mismo mensaje, ¿será que tendrá el mismo sentido para un visitante que lo oirá por la primera vez? ¿En nuestras iglesias estamos hablando el lenguaje de las comunidades de nuestro alrededor?

Muchas iglesias hacen todo lo posible por hablar en un lenguaje actual, porque saben que a cada domingo, algunas personas que no comprenden el lenguaje de la Biblia, los rituales y costumbres, pueden aparecer. Esas iglesias intentan también ser acogedoras. Quien va a la iglesia hoy por la primera vez, debe recordar que no es necesario comprenderlo todo. Existe siempre un misterio sobre lo que Dios hizo. Lo que entendemos, es el lenguaje de bienvenidas, de aceptación y de amor.



Piensa

El lenguaje de bienvenidas, de aceptación y de amor, abre las puertas para el mensaje de la Palabra de Dios.

Ora

Señor Jesús, tú nos llamaste para ser sal y luz, danos sabiduría y deseo de hablar de tu amor de tal forma que las personas puedan comprender. Ayúdanos a entender y aceptar las diferencias.Amén.

miércoles, 17 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

«POR CADA MILLA, UN HOMBRE»
por el Hermano Pablo

Negro y oscuro era el socavón de la mina. «Con luz fosforescente de cocuyos», como decía el poeta Guillermo Valencia, los mineros horadaban el duro vientre de la montaña. Los picos y barrenos hacían saltar pedazos de roca. Y cada minero pensaba en dos cosas: en la familia que dejó arriba, y en el gas metano que en cualquier momento podría escapar.

En efecto, el traicionero gas comenzó a salir. Veinte segundos antes que sonara cualquier alarma, se produjo la explosión. Ciento veintiún mineros murieron quemados en Kozlu, pueblo minero de Turquía, y más de treinta quedaron gravemente heridos. Fue un desastre minero más. «Por cada milla de galería, la vida de un hombre» es la frase muy cierta de los mineros de todo el mundo.

Duro, fatigoso y mal pagado es el trabajo de los mineros. Para ganarse la vida deben bajar a galerías oscuras en las entrañas de la tierra, sin aire y sin luz. Deben hacer trabajo de topos, cavando túneles en busca de metal, o de carbón o de diamantes.

De vez en cuando se produce una explosión, y cientos mueren aplastados por olas de piedra. El 26 de abril de 1942, por ejemplo, se produjo en Honkeiko, China, un desastre minero que cobró la vida de mil quinientos setenta y dos hombres. Fue uno de los más devastadores desastres de los tiempos modernos. De ahí surgió el dicho: «Por cada milla, un hombre.» Es el precio que hay que pagar.

Los mineros han expresado su condición con la frase: «Por cada milla, un hombre», pero hay otras situaciones similares. Podríamos decir: «Por cada copa de licor que expende la destilería, un hombre.» «Por cada sobrecito de polvillo blanco que los traficantes de drogas venden, un hombre.» «Por cada ficha que rueda en el tapete verde, un hombre.» «Por cada aventura amorosa ilícita que afea y ensucia y mancha, un hombre.»

Lo triste es que en cada una de estas situaciones y otras como ellas, no es sólo un hombre el que queda tirado junto al camino. Es el hombre, su esposa, sus hijos, y cuantos más miembros de la sociedad forman parte del caído. Por cada error humano, sólo Dios sabe cuántas almas se balancean suspendidas sobre el abismo de la muerte antes que la débil cuerda, en el momento menos pensado, se corta.

Jesucristo puede rescatarnos de todos esos abismos. Él salva, redime, regenera, y rescata. Entreguémosle nuestra vida. No tenemos que seguir siendo víctimas. Cristo desea redimirnos.

www.conciencia.net

sábado, 13 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

13 jun 09

PRISIÓN A TODO LUJO
por el Hermano Pablo

El apartamento fue especialmente diseñado. Un arquitecto elaboró los planos: dos cuartos bien amplios, dos compartimientos para vestirse, un baño completo instalado a todo lujo y un balcón que miraba a un valle florido. Y todo esto con calefacción para los días fríos y refrigeración para los calientes. Pero este no sería un apartamento de soltero millonario; ¡había de ser una prisión! Uno de los grandes traficantes de drogas se lo hizo preparar para él mismo al reconocerse convicto de narcotráfico. Era una prisión bellísima, eso sí, pero prisión de todos modos.

Las cárceles siempre han tenido fama de horrorosas. Siempre han sido frías, oscuras, plagadas de ratas, cucarachas, telarañas y murciélagos. Han sido lugares de dolor, de lágrimas, de amarguras, de frustraciones. Todas las cárceles son así, excepto la de este hombre. La de él era cárcel de lujo, cárcel como para vacaciones, cárcel para darse gusto. Pero no dejaba de ser cárcel. Podía ser de lujo. Podía tener de todo. Pero le faltaba lo principal. Le faltaba la libertad.

El ocupante de una cárcel semejante puede mirar cómo vuelan las aves por el valle florido, pero no puede seguirlas en sus vuelos. Puede ver correr el arroyuelo por entre vegas verdes, pero no puede refrescar los pies en él. Puede contemplar los grandes aviones que vuelan por encima, pero no puede, aun con todo el lujo de su cárcel, hacer un solo vuelo. Tal persona está presa, y no hay para ella libertad.

Sin embargo, la carencia de libertad no se limita al interior de una cárcel. Se puede también estar fuera de la cárcel y tener de todo en este mundo, pero ser, como quiera, el prisionero más cautivo que existe.

Aparte de las prisiones más conocidas, como lo son la tribulación de pasar toda la vida en una silla de ruedas, o el tormento de deudas serias por descuidos comerciales, o la amenaza de enemigos políticos por maniobras refractarias, hay otra cárcel todavía más severa. Es la cárcel de la inseguridad espiritual.

Sabemos que hay un Dios. Sabemos también que llegará el día de confrontación con nuestro Creador. Y sabemos que no vivimos preparados para ese encuentro. Esta es una severa cárcel espiritual. Podemos creer que no existe ningún Juez divino, o que no tendremos que comparecer ante Él, o que ese día de juicio está muy lejos. Pero por alguna razón inexplicable, no se nos quita de encima la inquietud.

Ya es hora de que salgamos de esa cárcel. La puerta está abierta. La abrió Jesucristo con la llave de su sacrificio. Sólo tenemos que reconciliarnos con Dios, y se disolverán la culpa, el temor y la ansiedad en la que estamos encerrados. Aceptemos la libertad que nos ofrece Cristo. De hacerlo así, en lugar de conformarnos con una prisión a todo lujo, podremos darnos el lujo de disfrutar de una libertad sin igual.

www.conciencia.net

viernes, 12 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

«NECESITO... VOLVER A SONREÍR»
por Carlos Rey

En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

«Estuve a punto de quitarme la vida. He pasado noches sin dormir, llorando sin que nadie me viera. [Soy un hombre joven.] Son ya casi dos años de estar con una depresión.... He perdido el trabajo y mis estudios. Me duele el cuerpo.... Me siento muy débil.

»¿Cómo hago para salir de esto, si con cualquier tropiezo que tenga me vuelvo a sentir mal y vuelvo a lo mismo? Necesito ser feliz, volver a sonreír como antes, a darle sentido a mi vida. ¡Por favor, ayúdenme!»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimado amigo:

»¡Lamentamos mucho que lo haya estado atormentando la depresión! Casi nadie puede comprender lo que usted ha estado sufriendo, pero hay centenares de miles de personas que han sufrido enfermedades muy parecidas y han logrado volver a sonreír. Estamos convencidos de que usted también puede lograrlo.

»La depresión es una enfermedad confusa. Casi todos los adultos han experimentado momentos de tristeza, apatía, fatiga y desesperanza.... [Sin embargo,] la depresión que sufre usted no depende de las circunstancias en que se encuentre, sino que pudo haberse iniciado a causa de una situación desfavorable; pero luego los neurotransmisores, las sustancias químicas en su cerebro, se apoderaron de él y han llegado a ser la causa directa de su enfermedad constante. Los síntomas suyos se deben a esas sustancias químicas y no a sus pensamientos ni a alguna grave enfermedad en su cuerpo. Por esta razón usted no puede sentirse animado o imaginarse recuperado hasta lograr la sanidad, reaccionando tal como quisiera.

»Usted no nos dice si ha consultado a un médico, o si ha tratado de obtener medicamentos para regular las sustancias químicas en su cerebro. Con frecuencia muchos en su situación no buscan la ayuda médica porque no comprenden la naturaleza de una depresión clínica, es decir, a largo plazo. Creen que con sólo cambiar de actitud o cambiar su manera de pensar pueden curar su enfermedad....

»Las personas clínicamente deprimidas a veces se apartan de sus amigos y de sus familiares. Por lo general, ni siquiera creen que pueden volver a pedirle algo a Dios en oración. Sienten que Dios las ha abandonado, así como los demás. Pero sepa que Dios sigue amándolo a usted muchísimo. Él quiere consolarlo y protegerlo durante el proceso de recuperación, a fin de fortalecerlo y ayudarlo en momentos de angustia.1 Con eso usted puede tener la confianza de que Él está a su lado durante esas largas noches en las que no puede dormir ni dejar de llorar.

»No deje de consultar a un médico tan pronto como sea posible, y tampoco deje de tomar el medicamento que le recete. Y durante el proceso en que espera que surta efecto, haga de Dios su fiel compañero y su ayuda. Le aseguramos que Él no lo decepcionará.

»Escríbanos y cuéntenos cuando se sienta mejor. También a nosotros nos interesa su bienestar.

»Linda y Carlos Rey.»

El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana», y luego el enlace que dice: «Caso 31».
1 Sal 46:1

www.conciencia.net

martes, 9 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

SU ÚLTIMO DESEO
por el Hermano Pablo

«¿Desea usted algo?» La pregunta era natural y un tanto trivial. Es la pregunta que la empleada doméstica le hace al ama de casa cuando ésta toca el timbre. Es la pregunta que nos hace todo dependiente de comercio cuando nos acercamos al mostrador. Es la pregunta que el soldado le hace al coronel cuando éste lo llama.

Pero en este caso la pregunta no era trivial. Se la hicieron a Mark Hopkinson, de cuarenta y dos años de edad. Y quienes la hacían eran los guardias de la prisión de Rawlins mientras llevaban a Hopkinson a la cámara de inyección letal. El hombre, cínico como siempre, respondió: «Sí, tráiganme una rubia y un helicóptero.»

Este hombre, ejecutado el día 21 de enero por tres homicidios, jugó cínicamente la vida. Desprovisto de reverencia alguna, haciendo alarde de ateísmo, sin respeto a nada ni a nadie fuera de su propio egoísmo, vivió en el delito desde los veinte años de edad. A los cuarenta mató a una pareja y al hijito de ambos, a fin de robarles. Después trató de eliminar a un testigo ocular, y el intento se vio frustrado. Así terminó sus días, en la mayor frialdad.

Hay personas que, al igual que Hopkinson, no saben lo que es pudor, ni dignidad, ni honorabilidad ni vergüenza. Quizá no lleguen al extremo de matar al prójimo, pero hacen, como quiera, gala de despreocupación moral, de cinismo indiferente, de callosidad de conciencia, de insensibilidad espiritual. Si se les pregunta: «¿Desea usted algo?», son capaces de dar la misma respuesta de Hopkinson, y con el mismo cinismo descarado: «Sí, una rubia y un helicóptero.»

Para personas así, la vida no es más que placeres sensuales, ganancias materiales, ateísmo artificial, y subir por la escala de la sociedad a costa del prójimo, sacrificando cualquier principio moral o cualquier sentimiento emocional.

El diccionario define cinismo como «impudencia, desvergüenza, procacidad.» Oscar Wilde, escritor y dramaturgo inglés, decía: «El cínico es aquel que conoce el precio de todo, pero no conoce el valor de nada.» El libro de Proverbios en la Biblia dice: «Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez» (Proverbios 5:22‑23). Esa es la vida del cínico.

Tengamos la humildad de reconocer nuestra necesidad. Responder con cinismo al que quiere ayudarnos es la mayor demostración de irresponsabilidad. Esta gran verdad se aplica, especialmente, a nuestra relación con Dios. Acerquémonos a Él en humilde contrición y digámosle: «Ten compasión de mí, que soy pecador» (Lucas 18:13).

www.conciencia.net

sábado, 6 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

UNA CARRERA SIN SENTIDO
por el Hermano Pablo

El joven, de veintidós años de edad, subió a un auto robado, un Chevrolet de ocho cilindros, que encontró en Coalinga, California. Lo puso en marcha y se lanzó hacia el sur, a 160 kilómetros por hora, por la carretera interestatal número 5. Cuando menos pensó, se le acabó el combustible. Así que se bajó del Chevrolet y se robó un Ford, siguiendo siempre rumbo al sur, y siempre a 160 kilómetros por hora.

A estas alturas la policía estatal se dio cuenta del robo y comenzó a perseguir al joven, que otra vez quedó sin combustible. Rápidamente se subió a un Volkswagen que encontró en el camino, y siguió su loca carrera.

Por conducto de su red de comunicación, la policía se dio cuenta de que se trataba de Miguel Stroh. Y Miguel no sólo era ladrón: había matado a un hombre en Coalinga. En eso, otros radiopatrullas se unieron a la cacería.

A la altura de la ciudad de Anaheim, al sur de Los Ángeles, se le acabó el combustible a Miguel por tercera vez, y esta vez los policías lo alcanzaron. Al fugitivo, que no había dejado de disparar sus armas, lo mataron de un solo tiro. La carrera había por fin terminado, después de ocho horas de fuga.

La verdad es que todo para Miguel había llegado a su fin: el combustible de los autos, las balas de sus cuatro armas, su carrera delictiva y sus días juveniles. Hijo de granjeros, pudo haber hecho la vida tranquila de las faenas agrícolas. Pero prefirió el ritmo loco de las ciudades y la velocidad de los autos deportivos. Y lo peor de todo, escogió la droga y el narcotráfico antes que el trabajo honesto del campo. Apenas con veintidós años de edad, llegó al fin de todo: el combustible, las balas de sus armas, la fuga desesperada y su propia vida.

Así, o en forma semejante, terminan sus días los que beben con afán el jugo de la vida. La existencia apresurada, la lucha loca, la carrera sin sentido, le pertenecen al que no tiene propósito en la vida. En cambio, cuando se sabe qué es lo que se quiere, cuando hay metas sanas que son para el bien de la familia humana, cuando se piensa en formación, en responsabilidad y en armonía espiritual, la vida entonces procede con calma, cordura y madurez.

¿Cómo puede hallársele razón a la vida? Hallando al Autor de la vida. Y ¿cómo se halla al Autor de la vida? Pidiéndole con sinceridad, en humilde oración, que entre a nuestro corazón. Esa sincera oración puede cambiar radicalmente el rumbo de nuestra vida. Cristo, el autor y consumador de nuestra fe, sólo espera que acudamos a Él. Él está ahora mismo a la puerta de nuestro corazón. Démosle entrada. Él sólo nos traerá bien.

www.conciencia.net

viernes, 5 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

5 jun 09

«EL GRAN HOMBRE QUE PERDÍ POR MI EGOÍSMO»
por Carlos Rey

En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:

«Me casé con quien fue mi novio por casi tres años, profesional, responsable, amoroso, respetuoso.... Nuestro matrimonio cayó en una rutina horrible y yo sentí que no estaba creciendo personalmente, así que decidí separarme.

»Desde entonces, he sido más infeliz aún. He tenido varias parejas que, lejos de llenar mi corazón, lo han marchitado más. Y ahora sólo pienso en el gran hombre que perdí por mi egoísmo, el único que sé que verdaderamente me ha amado....»

Este es el consejo que le dimos:

«Estimada amiga:

»... Su matrimonio fracasó porque usted estaba concentrada en lo que le fuera de beneficio personal. Usted quería que fuera su esposo quien le hiciera sentir satisfacción. Usted quería que fuera la relación conyugal lo que la ayudara a crecer y a progresar en la vida. Tales deseos egoístas, lejos de enriquecer el matrimonio, lo llevan a la ruina. Cuando un hombre y una mujer se casan, deben hacerlo por el amor que pueden darse el uno al otro. Deben amarse a tal grado que su mayor interés es satisfacer a su pareja, siempre dispuestos a poner a un lado sus propias necesidades y deseos.

»El apóstol Pablo describe la relación conyugal en el quinto capítulo de su Carta a los Efesios, donde instruye tanto a los esposos como a las esposas que se entreguen mutuamente de tal modo que lleguen a ser un solo cuerpo.1 “Un solo cuerpo” simboliza una sola mente, de modo que en su manera de pensar y de actuar, tanto para el uno como para la otra, ya no se trata de “yo” sino de “nosotros”.

»No hay ningún hombre que pueda llenar el vacío que usted siente en su ser. Dios ha permitido ese vacío en usted para que reconozca la necesidad de una relación con Él. Todo ser humano nace con ese vacío, y la mayoría se pasa toda la vida tratando de llenarlo con una cosa o con otra. Pero nada les da resultado, y se frustran y se desesperan cada vez más. Muchas veces la voz de la conciencia les dice al oído que necesitan a Dios, pero no pueden imaginarse a un Dios que sea personal y que los ame tanto.

»Usted puede hablar personalmente con Dios ahora mismo. Pídale que le perdone sus pecados en el nombre de Jesucristo. Pídale que llene el vacío y le dé la paz que su alma necesita. Y pídale que le ayude a comenzar a pensar más en las necesidades de otras personas, y menos en las suyas. Cuanto más hable con Él, más podrá cultivar una relación con el Dios que la creó y que desea lo mejor para usted. Y siempre que se comunique con Él, usted podrá ver las cosas desde su perspectiva divina y llegar a ser menos egoísta. Y reconocerá que ningún hombre puede llenar su corazón, ya que Dios es el único que puede realizar esa tarea.

»No espere que ningún hombre haga lo que sólo Dios puede hacer,

»Linda y Carlos Rey.»

El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace que dice: «Caso 30» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana».
1 Ef 5:31

martes, 2 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

PLAGA UNIVERSAL DE DIVORCIOS
por el Hermano Pablo

Vladimir y Ntieska, perdidamente enamorados, se dieron mutuamente el «sí» en un juzgado de Moscú. Antoine y Michelle, perdidamente enamorados, se dieron mutuamente el «sí» ante un juez en Basilea, Suiza. Steve y Melody, perdidamente enamorados, se dieron mutuamente el «sí» en un juzgado de Los Ángeles, California. Y Kang y Tanako, perdidamente enamorados, se dieron mutuamente el «sí» ante un juez en Osaka, Japón.

Antes de cumplirse el año de casados, Vladimir y Natieska, Antoine y Michelle, Steve y Melody, y Kang y Tanako —los ocho— se estaban divorciando en un juzgado en sus respectivos países: Rusia, Suiza, Estados Unidos y Japón.

«Dos de cada tres parejas se divorcian antes del año de casados en esos países —revela una ominosa estadística—, y la mayor causa del divorcio es el aburrimiento, acompañado de infidelidad y desavenencia.»

La causa de estos divorcios no era la pobreza: todas las parejas tenían buenos medios de subsistencia. Tampoco era la enfermedad: todas eran personas sanas, dadas al deporte. Ni era las diferencias ideológicas: todas creían lo mismo antes de casarse.

Tampoco tenía nada que ver la religión. Los rusos eran ateos, los suizos eran católicos, los norteamericanos eran protestantes, y los japoneses eran sintoístas. La religión de cada pareja no influyó de manera decisiva en su divorcio.

El problema fundamental —según afirman los psiquiatras y los sociólogos— es el aburrimiento, un aburrimiento fatal que empieza a invadir a las jóvenes parejas al mes de casados cuando comienzan a pasar tres o cuatro horas cada noche mirando juntos, insulsos, vacíos, rutinarios y aburridos programas de televisión.

¿Es la televisión un enemigo declarado de la felicidad matrimonial? Muchos psicólogos dicen que sí. Nuestros abuelos no tenían radio ni televisión, se alumbraban con velas, engendraban familiones enormes, y sin embargo nunca pensaban en el divorcio.

No obstante, las parejas jóvenes no necesitan volver a las velas de sebo y las lámparas de queroseno. Tienen en Cristo una fuente permanente e inagotable de vida, salud, dicha y satisfacción. Y con eso no caerán nunca en el aburrimiento, ni en la discordia ni en la infidelidad, y alejarán para siempre de su hogar el fantasma del divorcio.

www.conciencia.net

lunes, 1 de junio de 2009

Un Mensaje a la Conciencia

1 jun 09

de nuestro puño y letra
ABRAMOS BIEN LOS OJOS
por Carlos Rey

«Se oía la respiración de la noche.... Al cruzar una calle, sentí que alguien.... se acercaba.... Intenté correr. No pude.... Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:

—No se mueva, señor, o se lo entierro.

—¿Qué quieres?

—Sus ojos, señor —contestó la voz suave, casi apenada.

—¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero.... No vayas a matarme.

—No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.

—Pero, ¿para qué quieres mis ojos?

—Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules. Y por aquí hay pocos que los tengan.

—Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.

—Ay, señor, no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.

—No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.

—No se haga el remilgoso —me dijo con dureza—. Dé la vuelta.

»Me volví. Era [un hombre] pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de campo, que brillaba con la luz de la luna.

—Alúmbrese la cara.

»Encendí [un fósforo] y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos. Él apartó mis párpados con mano firme... y me contempló intensamente....

—¿Ya te convenciste? No los tengo azules.

»...Tirándome de la manga, me ordenó:

—Arrodíllese.

»Me hinqué. Con una mano me [agarró] por los cabellos, echándome la cabeza hacia atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.

—Ábralos bien —ordenó.

»Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.

—Pues no son azules, señor. Dispense.

»Y desapareció.»1

A este impresionante cuento Octavio Paz le puso el inocente título «El ramo azul». Lo que más nos impresiona de la magistral narración del Premio Nobel mexicano es la naturalidad con que actúan el apenado maleante —¡como si fuera lo más normal del mundo el acto macabro que se propone cometer!— y su víctima, que pudiera ser cualquiera de nosotros.

Aunque para muchos sea igual de difícil concebirlo, de igual manera nos acecha Satanás, en la oscuridad de nuestros momentos más vulnerables. Lo hace con el fin de sacarnos los ojos espirituales, para que ya no pongamos la mira en Dios sino en las cosas perecederas de este mundo. Más vale que abramos bien los ojos. Así no seremos víctimas del capricho de aquel maleante que nos los quiere cerrar para siempre.2
1 Octavio Paz, Arenas movedizas, 1949, publicado en Colección Alianza Cien: Octavio Paz, Arenas movedizas/La hija de Rapaccini (Madrid: Alianza Editorial, 1994), pp. 7-9.
2 2Co 2:11; Ef 6:11‑12; Heb 12:1‑4; 1P 5:8‑9

www.conciencia.net