Jueces 10: 10-14
“Entonces los hijos de Israel clamaron a arrepentimiento-genuino con Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado contra ti; porque hemos dejado a nuestro Dios, y servido a los baales. Y Jehová respondió a los hijos de Israel: ¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los amorreos, de los amonitas, de los filisteos, de los de Sidón, de Amalec y de Maón, y clamando a mí no os libré de sus manos? Mas vosotros me habéis dejado, y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré más. Andad y clamad a los dioses que os habéis elegido; que os libren ellos en el tiempo de vuestra aflicción”.
Imagínate por un momento que Dios te dijera: “¿Sabes que?, ya no te ayudare mas”.
Personalmente me muero si escuchara esas palabras, mas aun si vienen de aquel que es el único que me puede ayudar en momentos en donde humanamente no hay solución.
Eso fue lo que les paso al pueblo de Israel en este pasaje bíblico, su maldad era tal, que aunque pidieran perdón a Dios, luego volvían al pecado y se apartaban de El.
¿Te parece conocido su manera de responder al amor perdonador de Dios?, Y es que nosotros somos muy similar al pueblo de Israel, luego de pedir perdón por algo malo que hicimos y de prometer que ya no lo haremos mas, volvemos a olvidarnos de nuestra promesa y al ser seducidos por nuestra concupiscencia(deseos) volvemos a caer en los mismos errores de los cuales ya hemos pedido mil y una vez perdón y de los cuales nos hemos arrepentido como diría una buena amiga “tri-millones” de veces.
Y es que se te olvida algo, y es que Dios también tiene su límite, no de Poder, porque es TODOPODEROSO, pero si tiene un límite hasta donde te permitirá jugar con El.
¿Tu crees que Dios se cree todas las veces que le hemos pedido perdón sin sentirlo de corazón?, já, no, a Dios no lo engaño y pese a que no le he pedido perdón de corazón, aun así me perdona y me da una nueva oportunidad. Y es que el amor de Dios es incomparable, no lo logro entender, pues yo humanamente hablando si alguien me pide perdón pero yo se que lo esta haciendo solo por hacer y no porque lo sienta, realmente no se si lo perdonara, pero Dios es diferente, el no piensa como yo pienso, no siente como yo siento, ni actúa como yo actuó.
Pero si bien es cierto Dios es Amor, también es fuego consumidor (Deuteronomio 4:24) y no tendrá al justo por injusto, ni al injusto por justo.
Además Dios, como Padre amoroso, tiene un límite, porque no quiere malcriarte, y es por esa razón que habrá momentos en tu vida en donde te tendrá que dar una leccioncita para que comprendas que no puedes seguir fingiendo algo que no sientes en realidad o simplemente no quieres sentir.
El Pueblo de Israel se encontraba en un momento en donde los filisteos y amonitas los estaban oprimiendo, al ver su estado y la incapacidad para pelear por si mismos contra sus enemigos, no tuvieron más que clamar a Jehová.
Así mismo somos nosotros, hacemos lo que queremos, nos alejamos de la comunión con Dios, le damos rienda sueltas a nuestros deseos, pero cuando vemos la cosa seria entonces venimos llorando delante de Dios pidiéndole que nos ayude. ¿Acaso Dios es un bombero que solo le llamo cuando la casa se me esta quemando?
Lo más común en estos casos es que Dios responda al oír nuestro clamor, más aun cuando aparentamos un arrepentimiento genuino. Pero Dios que te conoce muy bien, sabe en que momento de tu vida tiene que socarte bien los pantalones y darte una palmadita.
Fue así que luego del clamor de los Israelitas Dios contesta con un: “yo no os libraré más”, ¿Perdón?, ¿Cómo fue?, ¿Estoy escuchando bien?, ¿Estoy leyendo bien?, ¿Seguro que es Jehová de los Ejércitos el que dice esto?, Si, definitivamente es El, y es que Dios tiene un limite, no puedes pasártela jugando con El, ¿A ti te gustaría que jugaran con tus sentimientos?, entonces ¿Por qué si Dios lo único que ha hecho es amarte con amor eterno, le pagas alejándote de El y olvidando tu pacto con El?
Por un momento Dios estaba haciendo lo que nunca en la historia había hecho: NEGARSE A AYUDAR A SU PUEBLO. Que terrible escenario, ¿Qué hicieras si al único que pudieras recurrir te dijera: NO, no te ayudare?, sinceramente son palabras muy fuertes, pero que llevaban un objetivo. Y es que no podemos reprochar las formas de actuar de Dios, El siempre sabe el porque y el para que de todo y por esa razón en esta ocasión estaba dando a su pueblo una leccioncita que sin duda les iba a ayudar.
Fue así como el pueblo de Israel entendió que el NO de Dios se debía al fingimiento de su arrepentimiento, que el limite de Dios había llegado a su fin y por ende necesitaban mas que clamar, en pocas palabras necesitaban ya no decir que se arrepentían, si no demostrar que realmente estaban arrepentidos.
Pues entre decir y hacer hay una gran diferencia, tú puedes decir que quieres vivir santamente, pero tu accionar puede ser otro, entonces en esos momentos en donde ya no valen las palabras es donde las acciones tienen que entrar a escena.
Dice la Palabra de Dios en Jueces 10: 16 “Y quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a Jehová; y él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel.”
El hecho de quitar de entre si lo dioses ajenos es una señal de un arrepentimiento que va mas allá de las palabras y se remonta a las acciones, el hecho de quitar esos dioses ajenos estaba demostrando que ahora si iba en serio, no solo quitaron los dioses si no que pese a la negativa de Dios para ayudarlos, ellos comenzaron a servir a Dios.
Y es que necesitamos tener agradado a Dios, pues nunca sabemos cuando necesitaremos un milagro de parte suya, por esa razón tenemos que estar bien con El.
La Palabra menciona lo siguiente: “y él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel”. Así es mi Dios, es que el amor corre por todo su ser, su misericordia es infinita y su fidelidad incomparable, su leccioncita había dado frutos, el arrepentimiento ahora no eran solo palabras, sino que iban acompañadas de acciones, de esas acciones que mueven el corazón de Dios y que al ver tu problema se angustia por ti, pues quiere verte siempre en bendición.
Es así como cada uno de nosotros debemos aprender a través de esta historia bíblica, la importancia de no permitir que lleguemos a tocar el límite de Dios, pues nadie de nosotros querrá recibir una leccioncita para aprender a no quererse burlar de Dios.
El anhelo del Señor es que cada uno de nosotros lo busquemos de corazón, que quitemos de nuestra vida todo aquello puede llegarse a convertir en un dios pagano y que comencemos a servirle con animo voluntario, no por miedo, sino por temor reverencial que Dios se merece.
Posiblemente tu haz estado jugando con Dios, te has arrepentido muchas veces de algo que sabes bien que esta mal delante de Dios, pero luego de unos días, vas nuevamente en pos de ello olvidando de esta manera lo que hace algunos días le dijiste al Señor acerca de ya no seguir insistiendo en ese pecado.
Mas Dios que te conoce perfectamente sabia muy bien que en ti no existía un verdadero arrepentimiento y a pesar de eso te siguió bendiciendo y dándote oportunidades, pero el limite de Dios esta cerca y por esa razón quiere que a partir de hoy comiences a demostrar con hechos lo arrepentido que estas de haber fallado y lo dispuesto que estas a hacer su voluntad cueste lo que cueste.
No es que el pecado sea mas fuerte que ti, es que tu no estas permitiendo que el Poder y la fortaleza de Dios este en tu vida, pues has dejado de orar, de leer la Palabra, de congregarte quizá o simplemente has dejado de sentir gusto por las cosas espirituales, y todo eso te ha llevado a ser mas vulnerable a los ataques del enemigo.
Mas en esta hora, Dios te da una nueva oportunidad y te dice: “¡VAMOS, YO CREO EN TI!” y es que Dios cree en ti, aun cuando nadie y quizá hasta tu mismo no crees mas en ti, y es porque El sabe el final feliz que tiene preparado para ti, por esa razón, LEVÁNTATE Y INTÉNTALO NUEVAMENTE, pero ahora si, demuéstrale que esta vez si va en serio, pues no quieres llegar a su limite.
El arrepentimiento genuino va acompañado de acciones genuinas que salen de lo profundo de tu corazón.
Autor: Enrique Monterroza
lunes, 14 de septiembre de 2009
viernes, 11 de septiembre de 2009
«CUANDO SE JUZGA QUE LA CALAMIDAD VIENE DE DIOS» (1a. Parte)
por Carlos Rey
El 19 de septiembre de 2001, apenas una semana después del ataque terrorista contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington, el periodista estadounidense Cal Thomas, en su columna publicada a nivel nacional, se pronunció acerca del tema en un artículo titulado «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». He aquí la primera parte de su comentario:
«... la semana pasada dos dirigentes religiosos... dieron a entender que los ataques terroristas se debieron al juicio de Dios....
»No son ellos los primeros en vincular el castigo divino a acontecimientos temporales. Abraham Lincoln dijo que la Guerra Civil estadounidense se debió a la esclavitud y a que los Estados Unidos de América se habían olvidado de Dios y estaban intoxicados de un éxito ininterrumpido, y se sentían demasiado orgullosos como para orar al Dios que nos creó. Alejandro Soljenitsyn dijo que el comunismo ahogó a la Unión Soviética durante siete décadas porque su pueblo se había olvidado de Dios.
»En la medida en que las calamidades, ya sean naturales o provocadas por los seres humanos, nos llevan a la reflexión y a reorganizar la vida de tal modo que ese mal nos impulsa a hacer el bien, hasta el horror [del 11 de septiembre] puede tener efectos redentores y de ese modo personas inocentes no habrán muerto en vano....
»Hay quienes creen que los Estados Unidos de América es una nación especial, escogida por Dios para recibir una bendición excepcional. Eso es idolatría.... En Isaías 40, Dios dice que a sus ojos todas las naciones son como “una gota de agua en un balde, como una brizna de polvo en una balanza”, pues “no son nada”. Esta afirmación es motivo de humildad y no de fanatismo religioso.
»Hay otros interrogantes. Cuando el apóstol Pablo visitó la antigua ciudad de Corinto, prevalecía una inmoralidad desenfrenada. El culto a Afrodita fomentó la prostitución en nombre de la religión. En determinado momento, según [la edición de estudio de] la Nueva Versión Internacional de la Biblia, “mil prostitutas servían en su templo”. ¿Acaso no bastaba ese estilo de vida para que Dios enviara un meteorito que arrasara la ciudad? Sin embargo, a pesar de semejante maldad, Dios no envió su juicio sino que envió a su Hijo en el acto de amor más grande que jamás se haya visto. “Cuando todavía éramos pecadores”, dice la Sagrada Escritura, Dios envió a Jesucristo a morir por nosotros (Romanos 5:8).
»Si bien ese mismo Libro sagrado trata acerca de un juicio final en el que todo el mundo tendrá que comparecer ante Dios, así como advierte sobre las consecuencias inmediatas del pecado —desde la enfermedad física hasta la angustia emocional y la muerte—, también dice que Dios “no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9).
«CUANDO SE JUZGA QUE LA CALAMIDAD VIENE DE DIOS» (2a. Parte)
En los días posteriores al 11 de septiembre de 2001, hubo dirigentes religiosos en los Estados Unidos que emitieron el juicio de que el ataque terrorista ocurrido en aquel nefasto día representaba el castigo de Dios infligido a una nación en extremo pecaminosa. Así Dios, de manera inequívoca, le llamaba la atención a aquella superpotencia mundial. Según esos líderes eclesiásticos, Dios no tuvo que hacer más que valerse del odio que albergan en el corazón tantos individuos contra el país que consideran culpable del deterioro moral que cunde en todo el mundo.
Contra ese juicio tajante se pronunció con firmeza el periodista estadounidense Cal Thomas el 19 de septiembre ante su público nacional. A su columna escrita como respuesta a semejante concepto de Dios, le puso por título «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». En la primera parte de su exposición bíblica, Thomas cita varios pasajes del Nuevo Testamento. De ahí pasa al Antiguo Testamento, del que se vale con maestría para desarrollar el siguiente argumento teológico con el que le pone punto final al asunto:
«Dios no habría destruido las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra si allí se hubieran encontrado sólo diez justos (Génesis 18:32). ¿Acaso los que creen que el ataque terrorista representaba el juicio de Dios piensan que había menos de diez personas justas en Nueva York y en el Pentágono cuando se estrellaron esos aviones contra aquellos edificios?
»Dios permite que ocurran cosas malas a pesar de que Él, por naturaleza, sólo hace el bien y saca de lo malo algo bueno. ¿Cómo sabemos esto? ... El Salmo 5 dice: “Tú no eres un Dios que se complazca en lo malo.” José, a quien sus hermanos habían vendido como esclavo y sin embargo llegó a ser el brazo derecho del faraón y el proveedor de alimento a los hambrientos, les dijo a sus hermanos: “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20).
»En Génesis 18:25, Abraham intercede por la vida de los habitantes de Sodoma. En sus esfuerzos por lograr que Dios perdone a esa gran ciudad, Abraham dice algo importante acerca del carácter de Dios que tal vez debieran considerar aquellos que creen que Dios ha castigado a los Estados Unidos de América mediante un ataque terrorista: “¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?”
»Claro que sí hará justicia. El mal existe, pero su autor no es Dios. El mundo está perdido y ocurren cosas malas. Pero Dios ha provisto la forma de que nosotros, simples seres humanos, seamos restaurados si le prestamos atención.»
El 19 de septiembre de 2001, apenas una semana después del ataque terrorista contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington, el periodista estadounidense Cal Thomas, en su columna publicada a nivel nacional, se pronunció acerca del tema en un artículo titulado «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». He aquí la primera parte de su comentario:
«... la semana pasada dos dirigentes religiosos... dieron a entender que los ataques terroristas se debieron al juicio de Dios....
»No son ellos los primeros en vincular el castigo divino a acontecimientos temporales. Abraham Lincoln dijo que la Guerra Civil estadounidense se debió a la esclavitud y a que los Estados Unidos de América se habían olvidado de Dios y estaban intoxicados de un éxito ininterrumpido, y se sentían demasiado orgullosos como para orar al Dios que nos creó. Alejandro Soljenitsyn dijo que el comunismo ahogó a la Unión Soviética durante siete décadas porque su pueblo se había olvidado de Dios.
»En la medida en que las calamidades, ya sean naturales o provocadas por los seres humanos, nos llevan a la reflexión y a reorganizar la vida de tal modo que ese mal nos impulsa a hacer el bien, hasta el horror [del 11 de septiembre] puede tener efectos redentores y de ese modo personas inocentes no habrán muerto en vano....
»Hay quienes creen que los Estados Unidos de América es una nación especial, escogida por Dios para recibir una bendición excepcional. Eso es idolatría.... En Isaías 40, Dios dice que a sus ojos todas las naciones son como “una gota de agua en un balde, como una brizna de polvo en una balanza”, pues “no son nada”. Esta afirmación es motivo de humildad y no de fanatismo religioso.
»Hay otros interrogantes. Cuando el apóstol Pablo visitó la antigua ciudad de Corinto, prevalecía una inmoralidad desenfrenada. El culto a Afrodita fomentó la prostitución en nombre de la religión. En determinado momento, según [la edición de estudio de] la Nueva Versión Internacional de la Biblia, “mil prostitutas servían en su templo”. ¿Acaso no bastaba ese estilo de vida para que Dios enviara un meteorito que arrasara la ciudad? Sin embargo, a pesar de semejante maldad, Dios no envió su juicio sino que envió a su Hijo en el acto de amor más grande que jamás se haya visto. “Cuando todavía éramos pecadores”, dice la Sagrada Escritura, Dios envió a Jesucristo a morir por nosotros (Romanos 5:8).
»Si bien ese mismo Libro sagrado trata acerca de un juicio final en el que todo el mundo tendrá que comparecer ante Dios, así como advierte sobre las consecuencias inmediatas del pecado —desde la enfermedad física hasta la angustia emocional y la muerte—, también dice que Dios “no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9).
«CUANDO SE JUZGA QUE LA CALAMIDAD VIENE DE DIOS» (2a. Parte)
En los días posteriores al 11 de septiembre de 2001, hubo dirigentes religiosos en los Estados Unidos que emitieron el juicio de que el ataque terrorista ocurrido en aquel nefasto día representaba el castigo de Dios infligido a una nación en extremo pecaminosa. Así Dios, de manera inequívoca, le llamaba la atención a aquella superpotencia mundial. Según esos líderes eclesiásticos, Dios no tuvo que hacer más que valerse del odio que albergan en el corazón tantos individuos contra el país que consideran culpable del deterioro moral que cunde en todo el mundo.
Contra ese juicio tajante se pronunció con firmeza el periodista estadounidense Cal Thomas el 19 de septiembre ante su público nacional. A su columna escrita como respuesta a semejante concepto de Dios, le puso por título «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». En la primera parte de su exposición bíblica, Thomas cita varios pasajes del Nuevo Testamento. De ahí pasa al Antiguo Testamento, del que se vale con maestría para desarrollar el siguiente argumento teológico con el que le pone punto final al asunto:
«Dios no habría destruido las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra si allí se hubieran encontrado sólo diez justos (Génesis 18:32). ¿Acaso los que creen que el ataque terrorista representaba el juicio de Dios piensan que había menos de diez personas justas en Nueva York y en el Pentágono cuando se estrellaron esos aviones contra aquellos edificios?
»Dios permite que ocurran cosas malas a pesar de que Él, por naturaleza, sólo hace el bien y saca de lo malo algo bueno. ¿Cómo sabemos esto? ... El Salmo 5 dice: “Tú no eres un Dios que se complazca en lo malo.” José, a quien sus hermanos habían vendido como esclavo y sin embargo llegó a ser el brazo derecho del faraón y el proveedor de alimento a los hambrientos, les dijo a sus hermanos: “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20).
»En Génesis 18:25, Abraham intercede por la vida de los habitantes de Sodoma. En sus esfuerzos por lograr que Dios perdone a esa gran ciudad, Abraham dice algo importante acerca del carácter de Dios que tal vez debieran considerar aquellos que creen que Dios ha castigado a los Estados Unidos de América mediante un ataque terrorista: “¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?”
»Claro que sí hará justicia. El mal existe, pero su autor no es Dios. El mundo está perdido y ocurren cosas malas. Pero Dios ha provisto la forma de que nosotros, simples seres humanos, seamos restaurados si le prestamos atención.»
lunes, 7 de septiembre de 2009
UNA HISTORIA QUE SE VOLVIÓ REALIDAD: LA VIDA DEL HERMANO PABLO
«¡NO LO CREA!»
por Carlos Rey
Lo transmitió por primera y única vez por la radio a principios de 1968, cuando él mismo tenía cuarenta y seis años de edad. Habían transcurrido exactamente tres años y medio desde que redujo su programa de quince minutos a cuatro, bautizándolo con el nuevo nombre de UN MENSAJE A LA CONCIENCIA. A este mensaje en particular, uno de los mensajes más personales de todos los que llegó a grabar, el Hermano Pablo le puso por título «¡No lo crea!»:
«Quiero en este día, mi amigo, ser muy franco con usted. Algún día le va a llegar la noticia (pueda ser que estas mismas ondas la transmitan) que el Hermano Pablo ha muerto. Digo eso por la sencilla razón de que tarde que temprano todos tenemos que morir. Si Jesucristo tarda en su regreso al mundo, todos los que ahora vivimos tendremos que pasar por el río de la muerte. Y aunque nadie sabe cuándo, todos sabemos que ese día es seguro. Así que, amigo, ya sea por voz audible, por el periódico o por estas mismas ondas radiales, algún día usted oirá la noticia que el Hermano Pablo ha muerto.
»Cuando eso ocurra, ¡no lo crea! Así como se lo estoy diciendo, ¡no lo crea! No, no es que alguien haya mentido. No creo yo que cupiera en el corazón de alguien engañar en una cuestión tan importante. No es eso. Si llegara el anuncio, lo más probable es que, en efecto, mi corazón haya dejado de latir. Pero el verdadero yo —aquello que es mi personalidad, mi fuero interno, mi alma, mi vida espiritual— no habrá muerto. Más bien, ese es el día en que estaré más vivo que nunca. Es que, amigo mío, yo nací dos veces.
»La primera vez nací en 1921. Pero volví a nacer en 1932, cuando tenía once años de vida física. El primer nacimiento fue el del cuerpo; el segundo nacimiento fue el del espíritu. Y aunque el cuerpo muera, el espíritu nunca morirá. Al contrario, el simple hecho de haber nacido de nuevo me garantiza vida eterna junto al Señor Jesucristo. Así que, cuando oiga la noticia que el Hermano Pablo ha muerto, no la crea. Será ese el día en que el verdadero Hermano Pablo se haya trasladado a una vida superior, a la vida eterna, a la vida en la que no hay enfermedad, ni dolor ni tristeza; donde no hay remordimiento, ni pecado ni muerte. Será ese el día, mi amigo, en que de veras he de estar vivo.
»¿Ha tenido usted la experiencia del segundo nacimiento? Jesucristo le dijo al dirigente judío llamado Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo.”1 Y, amigo, esa misma declaración es tan verdadera hoy como lo fue el día en que Jesús la hizo: ¿Ha nacido usted de nuevo?»
1Jn 3:7
www.conciencia.net
por Carlos Rey
Lo transmitió por primera y única vez por la radio a principios de 1968, cuando él mismo tenía cuarenta y seis años de edad. Habían transcurrido exactamente tres años y medio desde que redujo su programa de quince minutos a cuatro, bautizándolo con el nuevo nombre de UN MENSAJE A LA CONCIENCIA. A este mensaje en particular, uno de los mensajes más personales de todos los que llegó a grabar, el Hermano Pablo le puso por título «¡No lo crea!»:
«Quiero en este día, mi amigo, ser muy franco con usted. Algún día le va a llegar la noticia (pueda ser que estas mismas ondas la transmitan) que el Hermano Pablo ha muerto. Digo eso por la sencilla razón de que tarde que temprano todos tenemos que morir. Si Jesucristo tarda en su regreso al mundo, todos los que ahora vivimos tendremos que pasar por el río de la muerte. Y aunque nadie sabe cuándo, todos sabemos que ese día es seguro. Así que, amigo, ya sea por voz audible, por el periódico o por estas mismas ondas radiales, algún día usted oirá la noticia que el Hermano Pablo ha muerto.
»Cuando eso ocurra, ¡no lo crea! Así como se lo estoy diciendo, ¡no lo crea! No, no es que alguien haya mentido. No creo yo que cupiera en el corazón de alguien engañar en una cuestión tan importante. No es eso. Si llegara el anuncio, lo más probable es que, en efecto, mi corazón haya dejado de latir. Pero el verdadero yo —aquello que es mi personalidad, mi fuero interno, mi alma, mi vida espiritual— no habrá muerto. Más bien, ese es el día en que estaré más vivo que nunca. Es que, amigo mío, yo nací dos veces.
»La primera vez nací en 1921. Pero volví a nacer en 1932, cuando tenía once años de vida física. El primer nacimiento fue el del cuerpo; el segundo nacimiento fue el del espíritu. Y aunque el cuerpo muera, el espíritu nunca morirá. Al contrario, el simple hecho de haber nacido de nuevo me garantiza vida eterna junto al Señor Jesucristo. Así que, cuando oiga la noticia que el Hermano Pablo ha muerto, no la crea. Será ese el día en que el verdadero Hermano Pablo se haya trasladado a una vida superior, a la vida eterna, a la vida en la que no hay enfermedad, ni dolor ni tristeza; donde no hay remordimiento, ni pecado ni muerte. Será ese el día, mi amigo, en que de veras he de estar vivo.
»¿Ha tenido usted la experiencia del segundo nacimiento? Jesucristo le dijo al dirigente judío llamado Nicodemo: “Os es necesario nacer de nuevo.”1 Y, amigo, esa misma declaración es tan verdadera hoy como lo fue el día en que Jesús la hizo: ¿Ha nacido usted de nuevo?»
1Jn 3:7
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ASESINA EN SERIE
DIARIO DE UNA JOVEN ASESINA
por el Hermano Pablo
Era su librito de apuntes diarios, apuntes que iba haciendo, cada día, una joven de catorce años de edad. ¿Qué cosas podría escribir en ese diario? Cosas juveniles: impresiones de muchachos, actividades de colegio, paseos, fiestas.
Pero un día, justamente el primero de enero, la joven escribió: «Querido diario: Es principio de año, y ya no aguanto más. Tengo que quitarme de encima una carga que ya no puedo llevar. Yo maté a mi hermanita.»
El diario sigue narrando: «Fui hasta su cuarto y le dije que la quería mucho. Cubrí, entonces, su boca, y la sofoqué. Tú, mi querido diario, eres a quien primero le cuento. Gracias. Ahora me siento mejor.»
Ya hacía cinco meses que esta adolescente había matado a su hermanita de cuatro años de edad. Cuando hallaron el cuerpo de la chiquita, el médico forense determinó que era «muerte por asfixia traumática». La investigación no produjo ningún resultado. Pero sucedió que los padres de la hija mayor descubrieron su diario.
Por más que querramos callar la voz de nuestra conciencia, no podemos. Tarde o temprano su grito se oirá.
¿Qué está pasando en los hogares, en las familias, en los adolescentes? Esta joven no carecía de nada. Tenía buenos padres, buena casa, buen colegio, buenos amigos, buena ropa, buen calzado, buenas cosas. ¿Por qué, de un modo sorpresivo y brutal, mató a su hermanita?
En parte tiene que ver con la violencia que los adolescentes ven en la televisión, la cual se va acumulando en su psiquis. Cuando ésta se llena a más no poder, el adolescente no tarda en poner en práctica más de alguna de esas cosas.
Tampoco se descarta la posibilidad de los contactos con sectas extrañas. Lo que padres incautamente podrán llamar «chifladuras de adolescentes» puede que sean relaciones, incluso satánicas, cosa que está más extendida de lo que parece.
La fuerza moral más potente del mundo está en Jesucristo. Si nosotros, como padres, descuidamos nuestra propia vida espiritual, con eso dirigimos a nuestros hijos por el camino de la perdición.
Hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida. Tanto nosotros como nuestros hijos necesitamos ese poder. Sólo Cristo nos pone a salvo de toda fuerza maligna. Él desea ser nuestro Señor. Coronémoslo Rey de nuestra vida hoy mismo.
www.conciencia.net
por el Hermano Pablo
Era su librito de apuntes diarios, apuntes que iba haciendo, cada día, una joven de catorce años de edad. ¿Qué cosas podría escribir en ese diario? Cosas juveniles: impresiones de muchachos, actividades de colegio, paseos, fiestas.
Pero un día, justamente el primero de enero, la joven escribió: «Querido diario: Es principio de año, y ya no aguanto más. Tengo que quitarme de encima una carga que ya no puedo llevar. Yo maté a mi hermanita.»
El diario sigue narrando: «Fui hasta su cuarto y le dije que la quería mucho. Cubrí, entonces, su boca, y la sofoqué. Tú, mi querido diario, eres a quien primero le cuento. Gracias. Ahora me siento mejor.»
Ya hacía cinco meses que esta adolescente había matado a su hermanita de cuatro años de edad. Cuando hallaron el cuerpo de la chiquita, el médico forense determinó que era «muerte por asfixia traumática». La investigación no produjo ningún resultado. Pero sucedió que los padres de la hija mayor descubrieron su diario.
Por más que querramos callar la voz de nuestra conciencia, no podemos. Tarde o temprano su grito se oirá.
¿Qué está pasando en los hogares, en las familias, en los adolescentes? Esta joven no carecía de nada. Tenía buenos padres, buena casa, buen colegio, buenos amigos, buena ropa, buen calzado, buenas cosas. ¿Por qué, de un modo sorpresivo y brutal, mató a su hermanita?
En parte tiene que ver con la violencia que los adolescentes ven en la televisión, la cual se va acumulando en su psiquis. Cuando ésta se llena a más no poder, el adolescente no tarda en poner en práctica más de alguna de esas cosas.
Tampoco se descarta la posibilidad de los contactos con sectas extrañas. Lo que padres incautamente podrán llamar «chifladuras de adolescentes» puede que sean relaciones, incluso satánicas, cosa que está más extendida de lo que parece.
La fuerza moral más potente del mundo está en Jesucristo. Si nosotros, como padres, descuidamos nuestra propia vida espiritual, con eso dirigimos a nuestros hijos por el camino de la perdición.
Hagamos de Cristo el Señor de nuestra vida. Tanto nosotros como nuestros hijos necesitamos ese poder. Sólo Cristo nos pone a salvo de toda fuerza maligna. Él desea ser nuestro Señor. Coronémoslo Rey de nuestra vida hoy mismo.
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DECISIONES QUE PUEDEN TRAER CONSECUENCIAS NEGATIVAS
«AMBOS DECIDIMOS NO TENER AL NIÑO»
por Carlos Rey
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:
«Soy un joven que dejó embarazada a su novia, y ambos decidimos no tener al niño. Ella tomó unas pastillas para abortar. Ahora vivimos una condena, y no tengo ganas de vivir. Siento que mi vida se ha derrumbado. No tengo fuerzas por lo que hicimos.
»Mi pregunta es: ¿Recibiré algún día perdón de Dios por lo que hice, o viviré una condena en el infierno para toda mi vida? ¿Qué tengo que hacer ahora?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Hay muchas personas que le dirían a usted que el niño que ustedes abortaron no era más que una masa informe de tejidos, y en realidad no un ser humano. También dirían que no hay consecuencias emocionales para los que optan por el aborto como la solución a su «problemático» embarazo. Pero la experiencia que ha tenido usted demuestra que esas personas están equivocadas. Usted está sufriendo mucho porque en lo profundo de su corazón sabe que destruyó a su propio hijo. Las repercusiones emocionales del aborto son patentes, y sin embargo las ocultan quienes persiguen determinados fines políticos. Todos los días miles de parejas creen las mentiras que se les han dicho, y posteriormente descubren la inquietante verdad tal como le ha sucedido a usted.
»Pero lo que usted quiere saber ahora es si hay alivio alguno para la agonía que siente y si tendrá que pagar consecuencias eternas a causa de sus decisiones. Tenemos una buena noticia y una mala noticia para usted.
»La mala noticia es que usted siempre hará duelo por su hijo que no llegó a nacer. Siempre habrá un dolor, un vacío que sólo pudo haber llenado ese niño....
»Ahora bien, ¿cómo puede usted ser librado de la gran culpa que siente? Aunque su pecado le parece muy grande ahora, la verdad es que todo pecado es una ofensa contra Dios porque nos aparta de Él.... Todo pecado tiene que pagarse antes de que podamos experimentar la presencia de Dios, tanto aquí en este mundo como en el cielo por la eternidad. ¿Entonces cómo puede usted pagar por su pecado? No hay cantidad alguna de buenas obras ni de penitencias que satisfagan. ¡Pero la buena noticia es que Jesucristo tomó su lugar! Él murió por su pecado para que usted pudiera ser librado no sólo de las consecuencias eternas, sino también de la culpa que ahora siente.
»Lo que tiene que hacer usted es pedirle al Padre celestial que lo perdone en el nombre de su Hijo Jesucristo, para que Cristo pueda entrar en su corazón y ser su Señor y Salvador. Una vez que haya hecho eso, ¡sentirá un gran alivio! Sí, recibirá el perdón, pero aun mejor que eso, habrá comenzado a cultivar la relación más importante de su vida.
»¡Pídaselo hoy!
»Linda y Carlos Rey.»
El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana», y luego el enlace que dice: «Caso 42».
www.conciencia.net
por Carlos Rey
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:
«Soy un joven que dejó embarazada a su novia, y ambos decidimos no tener al niño. Ella tomó unas pastillas para abortar. Ahora vivimos una condena, y no tengo ganas de vivir. Siento que mi vida se ha derrumbado. No tengo fuerzas por lo que hicimos.
»Mi pregunta es: ¿Recibiré algún día perdón de Dios por lo que hice, o viviré una condena en el infierno para toda mi vida? ¿Qué tengo que hacer ahora?»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimado amigo:
»Hay muchas personas que le dirían a usted que el niño que ustedes abortaron no era más que una masa informe de tejidos, y en realidad no un ser humano. También dirían que no hay consecuencias emocionales para los que optan por el aborto como la solución a su «problemático» embarazo. Pero la experiencia que ha tenido usted demuestra que esas personas están equivocadas. Usted está sufriendo mucho porque en lo profundo de su corazón sabe que destruyó a su propio hijo. Las repercusiones emocionales del aborto son patentes, y sin embargo las ocultan quienes persiguen determinados fines políticos. Todos los días miles de parejas creen las mentiras que se les han dicho, y posteriormente descubren la inquietante verdad tal como le ha sucedido a usted.
»Pero lo que usted quiere saber ahora es si hay alivio alguno para la agonía que siente y si tendrá que pagar consecuencias eternas a causa de sus decisiones. Tenemos una buena noticia y una mala noticia para usted.
»La mala noticia es que usted siempre hará duelo por su hijo que no llegó a nacer. Siempre habrá un dolor, un vacío que sólo pudo haber llenado ese niño....
»Ahora bien, ¿cómo puede usted ser librado de la gran culpa que siente? Aunque su pecado le parece muy grande ahora, la verdad es que todo pecado es una ofensa contra Dios porque nos aparta de Él.... Todo pecado tiene que pagarse antes de que podamos experimentar la presencia de Dios, tanto aquí en este mundo como en el cielo por la eternidad. ¿Entonces cómo puede usted pagar por su pecado? No hay cantidad alguna de buenas obras ni de penitencias que satisfagan. ¡Pero la buena noticia es que Jesucristo tomó su lugar! Él murió por su pecado para que usted pudiera ser librado no sólo de las consecuencias eternas, sino también de la culpa que ahora siente.
»Lo que tiene que hacer usted es pedirle al Padre celestial que lo perdone en el nombre de su Hijo Jesucristo, para que Cristo pueda entrar en su corazón y ser su Señor y Salvador. Una vez que haya hecho eso, ¡sentirá un gran alivio! Sí, recibirá el perdón, pero aun mejor que eso, habrá comenzado a cultivar la relación más importante de su vida.
»¡Pídaselo hoy!
»Linda y Carlos Rey.»
El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Caso de la semana», y luego el enlace que dice: «Caso 42».
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EL CALOR DEL HOGAR LOS MANTUVO VIVOS
SIETE DÍAS EN UNA CUEVA
por el Hermano Pablo
La familia la formaban tres personas: Daniel Stolpa, joven de veintiún años de edad; su esposa Jennifer, de veinte años; y el hijito de ambos, Clayton, de cuatro meses.
Andaban juntos de turismo en Canadá. Sin rumbo específico, transitaban por un camino serpenteado hacia las alturas de una montaña. Y era invierno.
Todo iba bien, hasta que el automóvil se dañó. Tuvieron que abandonar el vehículo y andar a pie por la sierra nevada en busca de auxilio. Cuando menos pensaron, se hallaron en medio de una terrible tormenta de nieve.
Daniel halló una cueva en la montaña y pensó pasar esa noche en ella. Pero la tormenta arreció, y aunque estaban sin agua, sin comida y sin más protección que la ropa que traían puesta, no podían moverse de allí.
Pasaron siete días aguantando el intenso frío. Y por fin, Daniel dejó a su esposa y a la criaturita para buscar auxilio. Caminó veinticinco kilómetros hasta hallar asistencia, y al fin todos fueron rescatados. Aunque la baja temperatura congeló parte de sus pies, todos quedaron fuera de peligro.
Durante las interminables horas que Daniel y Jennifer pasaron en la cueva, solos y apretados uno contra otro protegiendo al hijito de cuatro meses, conciliaron todas las diferencias y resolvieron problemas matrimoniales que estaban teniendo. De ahí que declararan: «Tuvimos que estar siete días muy juntos en una cueva, muertos de frío, para que de nuevo brotara el calor del amor entre los dos.»
En efecto, es el calor del amor, ese fuego sagrado hecho por Dios, lo que mantiene unido al matrimonio. Desgraciadamente, la rutina del matrimonio muy pronto lo vuelve insípido, y cuando faltan el estímulo y la determinación de mantener encendido el fuego, éste se apaga.
¿Por qué ocurre esto? Porque por alguna razón, estúpida o ingenua que sea, creemos que nuestro amor, de por sí, se mantendrá para siempre en calor. Eso es imposible. Ningún amor entre dos personas puede mantenerse si esa relación no se nutre con actos de respeto y cariño.
Fortalezcamos nuestro matrimonio. Protejamos esa unión. Nutramos la relación conyugal. Nada en la vida es más importante que la relación con el cónyuge. El matrimonio que se preserva alcanza su más intensa satisfacción con el paso de los años. Cuidemos nuestro matrimonio. Es lo más sagrado que tenemos. Y con el correr del tiempo y la presencia de Dios en el corazón, será más bello aún. Pues si de veras estamos bien con Dios, lo estaremos también con nuestro cónyuge.
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por el Hermano Pablo
La familia la formaban tres personas: Daniel Stolpa, joven de veintiún años de edad; su esposa Jennifer, de veinte años; y el hijito de ambos, Clayton, de cuatro meses.
Andaban juntos de turismo en Canadá. Sin rumbo específico, transitaban por un camino serpenteado hacia las alturas de una montaña. Y era invierno.
Todo iba bien, hasta que el automóvil se dañó. Tuvieron que abandonar el vehículo y andar a pie por la sierra nevada en busca de auxilio. Cuando menos pensaron, se hallaron en medio de una terrible tormenta de nieve.
Daniel halló una cueva en la montaña y pensó pasar esa noche en ella. Pero la tormenta arreció, y aunque estaban sin agua, sin comida y sin más protección que la ropa que traían puesta, no podían moverse de allí.
Pasaron siete días aguantando el intenso frío. Y por fin, Daniel dejó a su esposa y a la criaturita para buscar auxilio. Caminó veinticinco kilómetros hasta hallar asistencia, y al fin todos fueron rescatados. Aunque la baja temperatura congeló parte de sus pies, todos quedaron fuera de peligro.
Durante las interminables horas que Daniel y Jennifer pasaron en la cueva, solos y apretados uno contra otro protegiendo al hijito de cuatro meses, conciliaron todas las diferencias y resolvieron problemas matrimoniales que estaban teniendo. De ahí que declararan: «Tuvimos que estar siete días muy juntos en una cueva, muertos de frío, para que de nuevo brotara el calor del amor entre los dos.»
En efecto, es el calor del amor, ese fuego sagrado hecho por Dios, lo que mantiene unido al matrimonio. Desgraciadamente, la rutina del matrimonio muy pronto lo vuelve insípido, y cuando faltan el estímulo y la determinación de mantener encendido el fuego, éste se apaga.
¿Por qué ocurre esto? Porque por alguna razón, estúpida o ingenua que sea, creemos que nuestro amor, de por sí, se mantendrá para siempre en calor. Eso es imposible. Ningún amor entre dos personas puede mantenerse si esa relación no se nutre con actos de respeto y cariño.
Fortalezcamos nuestro matrimonio. Protejamos esa unión. Nutramos la relación conyugal. Nada en la vida es más importante que la relación con el cónyuge. El matrimonio que se preserva alcanza su más intensa satisfacción con el paso de los años. Cuidemos nuestro matrimonio. Es lo más sagrado que tenemos. Y con el correr del tiempo y la presencia de Dios en el corazón, será más bello aún. Pues si de veras estamos bien con Dios, lo estaremos también con nuestro cónyuge.
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"CANTA CANTA Y CANTA CUANDO PUEDES"
MOTIVO PARA CANTAR
por Carlos Rey
Era el año 1862, cuando se había recrudecido la Guerra Civil en los Estados Unidos de América. Los bandos enemigos se habían retirado a sus respectivos campamentos para pasar la noche. La luna brillaba en todo su esplendor. En el frente se hallaban apostados soldados de ambos bandos, cada cual con la misión de prevenir un ataque sorpresivo del enemigo.
En el bando del sur había un soldado llamado Ira Sankey. En un momento de descuido, Sankey surgió de entre las sombras y comenzó a contemplar el majestuoso cielo estrellado. Al verlo, uno de los soldados del bando del norte se deslizó con cautela y preparó su fusil para disparar contra el distraído Sankey. No bien había terminado de afinar la puntería cuando Sankey, que era creyente en Cristo, alzó los ojos al cielo y comenzó a cantar: «Cristo, cual pastor, oh guía nuestros pasos en tu amor; nuestras almas siempre cuida, guárdalas, oh Salvador.» El francotirador se dispuso a apretar el gatillo, pero al escuchar el himno una sensación extraña se apoderó de él. Conocía muy bien esa melodía y esa letra. ¡Era uno de los himnos que le había oído cantar a su mamá! Cuando Sankey llegó a la estrofa del himno que dice: «Tuyos somos, fiel Amigo, sé tú nuestro Defensor; da al rebaño tuyo abrigo de este mundo pecador», el soldado, conmovido, puso a un lado el arma y escuchó con atención hasta el final.
Terminó la guerra, pasaron los años, y el soldado, ya veterano, conservaba el recuerdo de esa noche. Pero no supo nada de Sankey hasta que en la Nochebuena del año 1875, mientras viajaba por el río Delaware en un barco de vapor, escuchó una vez más las notas de aquella memorable melodía. ¡Cuál no sería su sorpresa al saber que quien la cantaba era el mismo a quien se la había oído cantar durante la guerra! Un grupo de personas había reconocido a Sankey como el cantautor que dirigía los himnos en las campañas del renombrado evangelista Dwight Moody, y le había pedido que cantara una de sus propias composiciones; pero él les había dicho que esa noche prefería cantar el viejo himno «Cristo, cual pastor».
Tan pronto como Sankey terminó de cantar, el veterano, que no había asistido a ninguna de las reuniones de Moody, se acercó a Sankey, se presentó y le contó cómo hacía trece años que ese himno le había salvado la vida. Sankey no salía de su asombro al ver cómo Dios, tal como decía el himno, había guiado los pasos de los dos de tal manera que se encontraran por segunda vez. Así que aprovechó la ocasión para contarle a aquel hombre acerca de Jesucristo, el motivo de su himno, y tuvo la alegría de ver cómo su antiguo enemigo se convertía no sólo en amigo suyo sino en amigo de Dios al entregarle su vida a Cristo aquella misma noche.
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por Carlos Rey
Era el año 1862, cuando se había recrudecido la Guerra Civil en los Estados Unidos de América. Los bandos enemigos se habían retirado a sus respectivos campamentos para pasar la noche. La luna brillaba en todo su esplendor. En el frente se hallaban apostados soldados de ambos bandos, cada cual con la misión de prevenir un ataque sorpresivo del enemigo.
En el bando del sur había un soldado llamado Ira Sankey. En un momento de descuido, Sankey surgió de entre las sombras y comenzó a contemplar el majestuoso cielo estrellado. Al verlo, uno de los soldados del bando del norte se deslizó con cautela y preparó su fusil para disparar contra el distraído Sankey. No bien había terminado de afinar la puntería cuando Sankey, que era creyente en Cristo, alzó los ojos al cielo y comenzó a cantar: «Cristo, cual pastor, oh guía nuestros pasos en tu amor; nuestras almas siempre cuida, guárdalas, oh Salvador.» El francotirador se dispuso a apretar el gatillo, pero al escuchar el himno una sensación extraña se apoderó de él. Conocía muy bien esa melodía y esa letra. ¡Era uno de los himnos que le había oído cantar a su mamá! Cuando Sankey llegó a la estrofa del himno que dice: «Tuyos somos, fiel Amigo, sé tú nuestro Defensor; da al rebaño tuyo abrigo de este mundo pecador», el soldado, conmovido, puso a un lado el arma y escuchó con atención hasta el final.
Terminó la guerra, pasaron los años, y el soldado, ya veterano, conservaba el recuerdo de esa noche. Pero no supo nada de Sankey hasta que en la Nochebuena del año 1875, mientras viajaba por el río Delaware en un barco de vapor, escuchó una vez más las notas de aquella memorable melodía. ¡Cuál no sería su sorpresa al saber que quien la cantaba era el mismo a quien se la había oído cantar durante la guerra! Un grupo de personas había reconocido a Sankey como el cantautor que dirigía los himnos en las campañas del renombrado evangelista Dwight Moody, y le había pedido que cantara una de sus propias composiciones; pero él les había dicho que esa noche prefería cantar el viejo himno «Cristo, cual pastor».
Tan pronto como Sankey terminó de cantar, el veterano, que no había asistido a ninguna de las reuniones de Moody, se acercó a Sankey, se presentó y le contó cómo hacía trece años que ese himno le había salvado la vida. Sankey no salía de su asombro al ver cómo Dios, tal como decía el himno, había guiado los pasos de los dos de tal manera que se encontraran por segunda vez. Así que aprovechó la ocasión para contarle a aquel hombre acerca de Jesucristo, el motivo de su himno, y tuvo la alegría de ver cómo su antiguo enemigo se convertía no sólo en amigo suyo sino en amigo de Dios al entregarle su vida a Cristo aquella misma noche.
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