El modo de obtener poder espiritual es la plenitud del Espíritu, lo que significa simplemente ser regido por el Espíritu (Ef. 5: 18). El Espíritu Santo en la vida individual y en la vida corporativa de la iglesia constituye, en efecto, un tema que se repite en esta carta circular que llamamos Efesios. La solución de los problemas que aquejan a la iglesia hoy está en resolver los problemas del cristiano individual, y la solución para estos últimos es una Persona: el Espíritu Santo. El Espíritu es el antídoto para todo error, el poder para toda debilidad, la victoria para toda derrota, y la respuesta para toda necesidad. Está a disposición de todo creyente, por cuanto mora en su corazón y en su vida. La respuesta y el poder ya nos han sido dados porque el Espíritu Santo mora en nosotros. Hace algunos veranos estaba a punto de iniciar un viaje de tres semanas consecutivas para hablar en unos campamentos y dar conferencias, cuando caí con laringitis. Desesperadamente fui a ver al médico, en busca de alguna cura milagrosa que me permitiese cumplir con las obligaciones contraídas para esas tres semanas. Lo único que hizo el médico fue mandarme de vuelta a casa, diciéndome que me metiera en cama y que tomase grandes cantidades de líquidos. Pero no me conformé con esto. Me pareció que no estaba cumpliendo su deber como debía, porque había omitido recetarme algún medicamento potente. Ante mi insistencia, accedió por fin, y me dio unas pastillas sumamente caras y supuestamente potentes. Pero al mismo tiempo me dijo que el descanso y los líquidos contribuirían en forma más efectiva que la medicación. Pero la verdad es que yo no le creí. Por lo menos no obré como si le creyese, ya que comencé a tomar las pastillas fielmente cada cuatro horas al minuto. En cambio, sólo tomaba el agua necesaria para ayudarme a tragar las pastillas. De manera que cada cuatro horas tomaba dos tragos extra de agua. De algún modo logré recuperar la salud; sólo que fue a pesar de mi conducta, y no como consecuencia de ella.
Para acceder al poder espiritual deseo decirle que no existe ninguna fórmula nueva y asombrosamente diferente para adquirir poder espiritual. No existe la posibilidad que surja algo nuevo o que se agregue algo a aquello que Dios ya ha provisto, dado que nos ha concedido al Espíritu Santo para que more en nosotros. Se puede lograr con la misma facilidad que el agua, y no hacen falta pastillas costosas ni programas adicionales. Pero lo lamentable es que la mayoría de los cristianos obran como obré yo cuando tuve aquella laringitis. Buscamos la fórmula nueva, milagrosa, secreta, y pasamos por alto completamente el agua que está a nuestra disposición en forma gratuita. Nos arremolinamos alrededor del predicador que tiene algún nuevo secreto para el éxito, y dejamos en el olvido al Espíritu Santo que nos ha sido dado gratuitamente y que anhela darnos vida en abundancia. No es que necesitemos más de ese Espíritu; pero sí necesitamos desesperadamente conocerlo más, porque en la medida en que aumente nuestro conocimiento de él, crecerán nuestra fe y nuestro poder, y será mayor el control sobre nuestra vida. Con dicho fin hemos escrito este breve artículo. Es el anhelo del autor que su lectura proporcione un mayor conocimiento del Espíritu Santo, impulse a los lectores y estudiantes a entregarse completamente a su dirección, experimentando en plenitud sus muchos ministerios, a fin que el Cristo viviente, nuestro Señor, sea manifestado en la vida de todos los creyentes. Cuando así ocurra, sabremos que hemos aprendido bien la doctrina del Espíritu Santo.
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