¿Cómo me enfrento al diablo?
Ayer nuestro centro de atención estaba en la forma de vencer a nuestra vieja naturaleza, y vimos que tenemos la victoria cuando caminamos en el Espíritu. Hoy hablaremos acerca de la manera de enfrentarnos al diablo.
Muy temprano dentro de mi caminar como cristiano aprendí una gran lección. En nuestra compañía se desarrolló una disputa que parecía bastante ilógica entre dos de los gerentes principales. Los temperamentos se incendiaron y comenzaron a brotar las palabras insultantes, y daba la impresión de que las cosas sólo podrían empeorar, no mejorar.
Más tarde, al meditar en aquel problema en la tranquilidad de mi estudio en mi casa, mis ojos se posaron sobre un libro que tenía en mi estantería, cerrado aún con su envoltura de celofán. El título me intrigó: Dealing with the Devil (“Enfrentarse al diablo”), por C. S. Lovett. Mientras lo hojeaba, hallé esta analogía: Supongamos que usted estuviera en medio de una intersección por donde transitan muchos vehículos, con sus ropas normales de civil, y viendo autos que se le aproximan desde todas las direcciones. Se puede poner a agitar los brazos como un loco en un intento por detener el tráfico, pero lo más probable es que al poco tiempo ya lo hayan atropellado. Ahora, imagínese que hace eso mismo, pero esta vez se cambia de ropa. Se pone un uniforme de policía. Los resultados serían totalmente distintos. Los conductores respetarían la autoridad representada por el uniforme, y obedecerían sus indicaciones.
Después de esto, el autor presentaba la idea principal: Si el creyente está “revestido de Cristo”, tiene autoridad para enfrentarse a la oposición espiritual, de la misma manera que el policía en el tránsito. Armado con este concepto, “me puse mi uniforme” y oré en el nombre de Jesús, ejerciendo autoridad sobre cualesquiera que fueran las fuerzas invisibles que estaban causando la disensión entre los dos gerentes. Al día siguiente descubrí, para mi asombro, que el problema se había desvanecido, como si nunca antes hubiera existido conflicto alguno. Este incidente me abrió realmente los ojos a la oposición espiritual. La Biblia dice mucho acerca de la guerra espiritual. Veámoslo más de cerca.
El diablo es un adversario real que necesitamos tener en cuenta. Conocido también como Satanás, inicialmente fue un ángel situado en un alto nivel del cielo que se rebeló, fue echado del cielo (vea Lucas 10:18) y desde entonces ha estado en una abierta hostilidad contra Dios. Fue él quien tentó a Adán y Eva en el Huerto (vea Génesis 3:4), e incluso ahora mismo, es el autor de las guerras, las hambrunas, los asesinatos y todos los vicios que conoce la humanidad. Jesús dijo de él que es un ladrón que “no viene sino para hurtar y matar y destruir” (Juan 10:10).
Satanás desafió a Jesús a cada paso, desde su infancia hasta su muerte. Sin embargo, no lo pudo intimidar para apartarlo de su misión, que consistía en derrotar por completo a su antiguo enemigo. El apóstol Juan dice: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8). Aunque el enemigo es un tramposo y es astuto en sus tácticas, cometió un gigantesco error de cálculo, pensando que si podía matar al Hijo de Dios, lograría tener en sus manos el control indiscutido del mundo entero. Sin embargo, la muerte de Jesús, que Satanás esperaba que fuera su triunfo supremo, se convirtió en su derrota definitiva.
Aunque es cierto que Satanás fue derrotado, por un tiempo aún él sigue ejerciendo una cierta medida de influencia sobre la tierra. Sigue estando tras toda forma de maldad, tal vez con una intensidad cada vez mayor, porque siente (y está en lo cierto) que ya llega el día en que va a ser destruido por completo. Pedro dice que Satanás “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). ¿Su consejo? “Al cual resistid firmes en la fe” (v. 9). Pablo dice esto mismo: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:10, 11).
Todos los días vemos evidencias de la influencia del diablo alrededor de nosotros y en los acontecimientos mundiales. La buena noticia es que en Jesús, usted puede ser un “vencedor”, expresión que se usa con frecuencia en el Apocalipsis, el último libro de la Biblia. Santiago afirma de manera categórica: “Resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). En otras palabras, ¡póngase el uniforme de policía!
Texto bíblico clave Tu pleito yo (el Señor) lo defenderé (Isaías 49:25).
Pensamiento clave La victoria de Cristo es total, y Él me va a enseñar la forma de aplicar esa victoria a mi vida diaria.
© JOHN D. BECKETT
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