miércoles, 8 de julio de 2009

DIA 11 AMAR A LOS DEMÁS

¿Cómo me puedo relacionar correctamente con los demás?

Así como nos creó para que tuviéramos una estrecha comunión con Él, también Dios nos diseñó para que nos relacionáramos estrechamente con los demás. En ese orden. Nosotros tendemos a centrarnos en las relaciones humanas —los amigos, la familia, los compañeros de trabajo, los vecinos—, y dejar a Dios para el final.

En la lección del día 6 vimos que amar a Dios es la más alta de nuestras prioridades; “el primero y grande mandamiento”, según Jesús (Mateo 22:38). Pero después añadió: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 39). Los dos mandamientos se hallan estrechamente relacionados entre sí. En realidad, a partir de nuestra relación con Dios desarrollamos la capacidad para amar a los demás. Oswald Chambers lo explica así: “El amor que Dios me tiene a mí es inagotable, y yo debo amar a los demás desde la roca firme de ese amor que Dios me tiene” (11 de mayo).

Tal vez usted haya llegado a su relación con Cristo desde una situación de aislamiento total con respecto a otra gente de fe. Esto parece ser un rasgo común entre los que andan buscando en la Internet. O bien, es posible que haya dado este paso después de haber frecuentado a otros cristianos, viendo la vida de ellos, y oyéndoles relatar cómo Cristo los ha transformado.

En ambos casos, la intención de Dios es crear lazos entre usted y los demás creyentes; los grupos de cristianos que constituyen lo que se conoce como la “iglesia”. Tenga presente que la iglesia no es un edificio, ni una denominación. En la mayoría de los casos es una reunión local de aquéllos que han “nacido de nuevo”. Pablo usa un término para describir a esta red de creyentes. La llama “el cuerpo”. Vea cómo los miembros del “cuerpo” dependen los unos de los otros:

Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso (1 Corintios 12:14-18).

El propósito de Dios es que usted establezca una relación con otros. John Donne (1572-1631), poeta inglés del siglo XVII, captó esta realidad en su famosa meditación cuando dijo: “Ningún hombre es una isla, para que lo tenga todo en sí mismo…” Usted tiene un papel único que desempeñar. No le debería sorprender que el Gran Planificador no haya dejado al azar sus relaciones en la tierra. Así que puede poner delante de Él toda esta cuestión de sus relaciones con los demás, para pedirle que lo ponga en contacto con aquéllos que Él escoja.

¿Incluye esto su compañero o compañera en la vida? Así lo creo. Por ejemplo, Dios nos reunió a mi esposa Wendy y a mí hace cerca de cincuenta años, y no tengo duda alguna de que se trató de una sabia decisión suya. Nuestros seis hijos no fueron unos simples sucesos biológicos, sino que fueron unos dones cuidadosamente pensados por Dios, que nos llamó a criarlos. Esa convicción nos ha ayudado a seguir adelante a través de los numerosos retos con los que nos tenemos que enfrentar los padres.

Su fe recién hallada va a dejar un impacto en todas sus relaciones. Tal como le dije anteriormente, algunos querrán crecer espiritualmente junto con usted. Otros se echarán atrás. Otros habrá que entrarán en su vida por medio de la confraternidad cristiana y se convertirán en sus mejores amigos. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” es un privilegio y una responsabilidad que procede directamente del corazón de Dios.
Texto bíblico clave Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros (1 Tesalonicenses 3:12).
Pensamiento clave En mí mismo estoy incompleto. Necesito a los demás, y ellos me necesitan a mí.

© JOHN D. BECKETT

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