¿Por qué sigo teniendo estos pensamientos?
Necesitamos estar conscientes de que existe una fuerza tenaz y destructora que obra en la vida del creyente. Se llama “tentación”, y es el efecto continuo de nuestra vida y nuestros hábitos anteriores, que nos quiere arrastrar hacia abajo. El propósito final de la tentación siempre es el mismo: mantenernos alejados de un caminar cercano con el Señor. La tentación nunca es mortal. En cambio, si cedemos ante ella nos puede hacer retroceder y causarnos un gran desaliento.
Hay quienes creen erradamente que los cristianos son inmunes ante los malos pensamientos y las formas de conducta indecorosas; que hay una especie de escudo protector que desciende sobre nosotros para impedir que seamos atraídos hacia el mal. Aunque sea una idea feliz, no es real. De hecho, he notado que cuando una persona camina hacia delante con el Señor, muchas veces sus tentaciones se intensifican. Al fin y al cabo, el creyente tiene un gran valor para el Señor, lo cual lo hace blanco favorito del adversario, quien odia todo lo que Dios ama. Pedro habla de nosotros diciendo que somos “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9). Unas credenciales como éstas aumentan la obsesión de Satanás por derribarnos y separarnos del Señor.
Yo noto que me tengo que guardar con diligencia, sobre todo en tres tipos de tentación que identifica el apóstol Juan. “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:16).
Los deseos de la carne comprenden las formas incorrectas de satisfacerse a sí mismo, especialmente en el aspecto sexual, y esto incluye no sólo nuestras acciones, sino también nuestros pensamientos.
Los deseos de los ojos son todas las cosas que ansiamos de manera ilícita y que, dicho sea de paso, nos causan muy poca satisfacción si las logramos alcanzar.
Tal vez la más insidiosa de todas sea vanagloria de la vida, que produce en nosotros el afán de promocionarnos a nosotros mismos, las ambiciones egoístas y el progreso a expensas de los demás. En última instancia, esta vanagloria de Dios trata de hacernos como Él, y ésta misma fue la causa de que Satanás fuera expulsado del cielo.
Por mucho que batallemos con las tentaciones, le podemos agradecer al Señor que Él mismo sea nuestro camino hacia la victoria. Dios reúne unas cualidades únicas, porque es el Dios-hombre, el que triunfó sobre todo lo que lo tentaba, y nos puede ayudar cuando seamos tentados: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18). Pedro se hace eco de esta garantía: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos” (2 Pedro 2:9). Pablo añade: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
UN EJEMPLO
Veamos la forma en que puede surgir la tentación en su vida, y cómo puede usted reaccionar ante ella. Supongamos que usted anda de viaje y ha alquilado un cuarto de hotel. Está cansado al final de un largo día, y prende la televisión para relajarse. Mientras recorre los canales, va a parar a una estación que presenta desnudos con todo descaro (o alguna otra cosa que usted sabe que no es correcta). Allí se queda, y muy pronto, queda absorto ante lo que está observando. Usted piensa: “Aquí no hay nadie más. ¿Qué podría importar?” Sin embargo, a la mañana siguiente se siente sucio. Las imágenes le siguen cruzando por la mente. No se las puede quitar de encima. Se le hace difícil orar. Dios parece estar más distante.
¿Cómo podría tratar usted este enfrentamiento entre su mente y su espíritu en diversos momentos? Evitándolo: Para evitar caer al azar en un canal sucio, revise primero la lista de canales, usando el directorio que suele haber en la mayoría de los cuartos. O bien, decida que tiene mejores cosas que hacer, y no prenda para nada la televisión. Protegiéndose: Si va a parar a un canal con una programación dudosa, invoque al Señor de inmediato. Pídale que lo ayude. Si sabe que eso que está viendo lo ofende a Él, salga de ese canal y no regrese a él. Pídale a Dios que le quite de la mente las imágenes que se le queden en ella. Arrepintiéndose para ser restaurado: Si se ha dejado arrastrar y ahora se está enfrentando a “la mañana siguiente”, háblele al Señor con franqueza y sinceridad, por muy pocas que sean las “ganas” que tenga de hacerlo. Confiésele esa mala acción que ha cometido, pídale perdón y reciba su amor restaurador. Aprenda la lección y no la repita.
Texto bíblico clave Fiel es Dios… que dará también juntamente con la tentación la salida (1 Corintios 10:13).
Pensamiento clave Las tentaciones son inevitables. El que yo me resista o ceda ante ellas es voluntario.
© JOHN D. BECKETT
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