¿Qué significa eso de renovar mi mente?
Nuestro texto bíblico del primer día describía hasta qué punto se había realizado un cambio en nuestra vida nueva en Cristo:
Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17).
Al decir “todas”, se está incluyendo nuestra mente. El Señor tiene el plan de renovar nuestra mente, junto con todo lo demás.
Tal vez usted diga: “Yo tengo una mente perfectamente buena. Está bien adiestrada, y altamente educada. Puedo razonar y pensar con claridad. No ando confuso. Mi mente me funciona bien en mi trabajo. Hasta he recibido premios al pensamiento creativo…”
Éste es el problema: Nuestras mentes recibieron un profundo impacto cuando la humanidad se rebeló contra Dios. Esto sucedió cuando Adán y Eva cedieron ante la tentación de Satanás para que pecaran, lo que tuvo por resultado la caída del hombre (vea Génesis, capítulo 3). Los primeros hijos de Dios quedaron totalmente corrompidos (incluso en su mente) y nosotros heredamos su estado caído.
Desde entonces, hemos usado nuestros mejores esfuerzos, hablando a lo humano, para funcionar con lo que quedó dañado; para compensar de alguna forma lo que el apóstol Pablo llama “una mente reprobada” (Romanos 1:28). Por ejemplo, piense en los intentos de los griegos por elevar la mente, como lo trataron de hacer los grandes pensadores del Oriente, o los filosóficos de todas las edades. Sin embargo, con toda la prominencia que se les dio al “pensamiento” y a la “razón”, se confundían por completo cuando se trataba de captar la mayor de las verdades, la de que sólo hay un Dios verdadero y se le puede conocer personalmente.
Otro ejemplo: Piense en las personas brillantes que conoce —“las personas más listas del mundo”— y observe sus grandes fallos, ya sea en su capacidad para ser buenos padres, manejar su economía, mantener unas amistades perdurables o usar su tiempo de una manera sabia. A pesar de su gran inteligencia, les faltan aspectos que son vitales para una vida integrada. Antes de ser cristiano, yo había llegado a la conclusión de que no estaba dispuesto a creer nada que no fuera razonable o lógico. Sin embargo, por fin me llegué a dar cuenta de que esa manera de pensar era una barrera, en lugar de ser una puerta para encontrarme con Cristo. En realidad, necesitaba pensar de una manera distinta.
El apóstol Pablo, quien tenía una mente brillante y disfrutaba de un elevado nivel de educación, exhorta a los primeros seguidores de Cristo (¡y también a nosotros!) a buscar tener una “mente renovada”.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
El Señor no quiere que usted deje de lado su mente cuando acuda a Él. Es todo lo contrario. Él creó esa mente, y quiere que usted haga un uso total de ella, pero de la manera correcta. El proceso por medio del cual sucede esto es la “renovación”. No se trata de que deje de pensar, sino de que piense bíblicamente. Consiste en ver las cosas desde la perspectiva de Él. Es tener “la mente de Cristo” y no permitir que su pensamiento se conforme al mundo. Pablo les aconseja a los creyentes de Filipos: “Haya, pues, en vosotros este sentir…” (Filipenses 2:5). Los resultados son drásticamente distintos: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8:6).
Una forma magnífica de comenzar la transformación hacia una mente renovada consiste en meditar sobre las Escrituras. Podría tomar las citas bíblicas que ya se han mencionado en estos estudios, reflexionar acerca de ellos, e incluso aprenderlos de memoria. La renovación de la mente es un proceso, pero es un proceso con una gran recompensa.
Texto bíblico clave Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Filipenses 4:8).
Pensamiento clave En todas las circunstancias y las situaciones, puedo tener la mente de Cristo.
© JOHN D. BECKETT
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