¿Cómo me levanto después de haber caído?
Uno de los momentos más críticos en la vida del creyente es cuando tropieza. Todos somos vulnerables, y a todos nos sucede en algún momento. Vamos hacia delante, progresando en nuestro caminar cristiano. Estamos conociendo a Dios. Estamos adaptando nuestra vida mental. Estamos venciendo algunos malos hábitos. Y entonces, ¡allá va! Sin aviso alguno, hacemos algo “realmente tonto”. Tal vez sea un arranque de ira por algo, o contra alguien, en un enojo desenfrenado. O quizá, precisamente cuando nos estábamos comenzando a liberar de un hábito sexual impuro, regresamos a él, como si no hubiera cambiado nada en nuestra vida. O puede que tengamos un repugnante momento en que nos hemos regocijado por el fracaso de otra persona, hinchándonos con un feo orgullo.
Nuestros próximos pasos después de ese tropiezo tienen una importancia muy real. ¿Por qué? Porque inmediatamente después del fallo, o retrocedemos en nuestra relación con el Señor, o nos acercamos a Él más que nunca. Nos hallamos en una encrucijada del camino. Veamos dónde nos llevan estas sendas opuestas.
En una de las sendas, la persona se va distanciando cada vez más de Dios. Tal vez se sienta abrumada por la culpa ante lo que ha hecho, y piense: “Lo eché todo a perder. Soy un fracasado. No soy digno. Dios no me quiere así como soy”. O tal vez se sienta endurecido, y se justifique a sí mismo diciendo: “Se merecía todo lo que le dije”, “Ella me enredó para que tuviera esa caída moral. La culpa es de ella”. Mientras más se aleje usted por este sendero, más difícil le va a ser recuperarse. Hay quienes nunca se recuperan. Abandonan su fe, y renuncian a tratar de seguir caminando con Jesús. Es triste que el mundo esté repleto de personas que una vez creyeron, pero que se han extraviado hasta llegar muy lejos. El escritor de la epístola a los Hebreos hace esta advertencia, que se nos aplica a todos: “No sea que perdamos el rumbo” (Hebreos 2:1, NVI).
En cambio, la otra senda lo puede restaurar a una intimidad más estrecha aún con Dios. Un texto bíblico anterior promete que Dios nos ha proporcionado “todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda” (2 Pedro 1:3, NVI). Aquí se incluye una manera perfecta de volver a Él después de haber tropezado. En primer lugar, es importante que esté consciente de que va a tropezar. Aun en el mejor de los casos, usted es totalmente indigno cuando se lo compara con un Dios santo. En segundo lugar, cuando usted falla, el Señor lo está vigilando y protegiendo. Vea esta garantía dada por el rey David, quien conocía muy bien lo que son los fallos:
El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano (Salmo 37:23, 24, NVI).
En tercer lugar, usted se puede acercar a Dios con una sinceridad total acerca de su fallo, y pedirle perdón. Recuerde que Él sabe todo lo que usted ha hecho, e incluso lo que ha estado pensando. No hay manera de sorprenderle. Pero es necesario que usted tome la iniciativa a la hora de regresar. ¿Cuál es la reacción de Dios cuando alguien se humilla y se acerca a Él? Escuche lo que dice el apóstol Juan: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Hay aquí una grandiosa promesa y una maravillosa realidad. No le podría decir la cantidad de veces que yo he tenido que caminar por esta senda. Sin embargo, una cosa sí sé, y es que cada vez que lo he hecho, el Señor ha sido totalmente fiel y me ha perdonado. Usted puede ser purificado y restaurado, por lamentable que haya sido su error.
Por último, por su propio bien le recomiendo que lo haga cuanto antes. Y tantas veces como le sea necesario… no sólo cuando se trate de una gran caída, sino también de las pequeñas. Cuando lo haga, irá descubriendo cada vez más el amor de Dios por usted, y hallará que el amor y la confianza que usted ha puesto en Él se vuelven cada vez más profundos.
Texto bíblico clave Si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo (1 Juan 2:1, NVI).
Pensamiento clave Yo no soy perfecto, pero he sido perdonado.
© JOHN D. BECKETT
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