lunes, 19 de enero de 2009

Dos bebés en un pesebre

Salmo 27:10 (DHH)
Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú, Señor, te harás cargo de mí.



Se acercaba la época de las fiestas de Navidad, los niños del orfanato iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de la Navidad. Les contamos acerca de María y José llegando a Belén, de como no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.

A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra.

Una vez terminada la historia, les dimos a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre. A cada chico se le dio un cuadradillo de papel cortado de unas servilletas amarillas que yo había llevado conmigo. En la ciudad no se podía encontrar un solo pedazo de papel de colores.

Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras como paja. Unos pequeños cuadradillos de franela, cortados de un viejo camisón que una señora americana se olvido al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebe. De un fieltro marrón que trajimos de los Estados Unidos, cortaron la figura de un bebe.

Mientras los huérfanos estaban atareados armando sus pesebres, yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda. Todo fue bien hasta que llegue donde el pequeño Misha estaba sentado. Parecía tener unos seis años y había terminado su trabajo.

Cuando mire el pesebre quede sorprendido al no ver un solo niño dentro de el, sino dos. Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara por que había dos bebes en el pesebre. Misha cruzo sus brazos y observando la escena del pesebre comenzó a repetir la historia muy seriamente.

Por ser el relato de un niño que había escuchado la historia de Navidad una sola vez estaba muy bien, hasta que llego la parte donde María pone al bebe en el pesebre. Allí Misha empezó a inventar su propio final para la historia, dijo: Y cuando María dejo al bebe en el pesebre, Jesús me miro y me pregunto si yo tenia un lugar para estar. Yo le dije que no tenia mama ni papa y que no tenia un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con El. Le dije que no podía, porque no tenia un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé que cosa tenia que pudiese darle a El como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor.

Por eso le pregunte a Jesús: Si te doy calor, ¿ese seria un buen regalo para ti?. Y Jesús me dijo. Si me das calor, ese seria el mejor regalo que jamas haya recibido. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miro y me dijo que podía quedarme allí para siempre.

Cuando el pequeño Misha termino su historia, sus ojitos brillaban llenos de lagrimas empapando sus mejillas; se tapo la cara, agacho la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de el.¡. Alguien que estaría con el para siempre.

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