martes, 20 de enero de 2009

¿Estás conmigo Señor?

Juan 11:25-26 (RVA)
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?


Cuando pienso que Dios me ha abandonado en situaciones difíciles me acuerdo de esta carta que escribió un padre a su hija.

Mi querida Bristol:

Antes que nacieras, oré por ti. En mi corazón yo sabía que serías un pequeño ángel. Y lo fuiste. Cuando naciste, en el mismo día de mi cumpleaños, el 7 de abril, fue evidente que eras un regalo especial enviado por Dios, Pero, ¡qué regalo más maravilloso llegaste a ser!, más que tus hermosos balbuceos y tus mejillas rosadas, más que el gozo indecible de que fueras nuestra primogénita, más que ninguna otra cosa en toda la creación, me mostraste el amor de Dios. Bristol, tú me enseñaste a amar.

Por supuesto, te amé cuando eras muy delicada y linda, cuando te diste vuelta y te sentaste balbuceando tus primeras palabras. Te amé cuando sentimos el agudo dolor de saber que algo andaba mal, que tal vez no estabas desarrollándote tan rápido como los demás niños de tu edad, y también te amé cuando supimos que lo que te sucedía era más serio que eso.

Te amé cuando fuimos de un médico a otro y de hospital en hospital, tratando de encontrar un diagnóstico que nos diera alguna esperanza. Y, desde luego, siempre oramos por ti incesantemente.

Te amé cuando uno de los exámenes produjo que te extrajeran demasiado fluido espinal y te pusiste a gritar. Te amé cuando llorabas y gemías, cuando tu mamá, tus hermanas y yo íbamos por horas en el auto para ayudarte a que te pudieras dormir. Te amé, con mis ojos llenos de lágrimas, cuando, confusa, te mordías involuntariamente los dedos o el labio, y cuando te pusiste bizca y luego te quedaste ciega.

Naturalmente, te amé cuando ya no podías hablar, pero ¡cómo extrañé no oír más tu voz!. Te amé cuando la escoliosis comenzó a torcer tu cuerpo como si fuera una s, cuando pusimos un tubo dentro de estómago para que pudieras comer porque te ahogabas con la comida, que te dábamos por cucharadas, tardándonos hasta dos horas en cada comida.

Pude amarte cuando tus miembros retorcidos me impedían que fácilmente te cambiara los pañales sucios. ¡Cuántos pañales! Diez años cambiándote pañales. Bristol, incluso te amé cuando ya no podías decir las palabras que más anhelaba oír en esta vida: ¡Papi, te amo!. Bristol, te amé cuando me sentía cerca de Dios, y cuando él parecía estar muy lejos de mí, cuando estaba lleno de fe y también cuando estaba enojado con él.

Y la razón por la que te amé, mi Bristol, a pesar de todas estas dificultades, fue que Dios puso su amor en mi corazón. Esta es la maravillosa naturaleza del amor de Dios, que él nos ama aun cuando estamos ciegos, sordos, o torcidos, en nuestro cuerpo o en nuestro espíritu. Dios nos ama aun cuando no podemos decirle a él que también le amamos.

Mi querida Bristol, ¡ahora estás libre! Y espero ansiosamente ese día cuando, de acuerdo con las promesas de Dios, nos reuniremos tú y yo con el Señor, completamente libres de imperfecciones y llenos de gozo. Estoy tan contento de que tu recibiste tu corona antes que nosotros. Un día te seguiremos, cuando él así lo quiera.

Antes que nacieras, oré por ti. En mi corazón sabía que serías un pequeño ángel. ¡Y lo fuiste!.

Te ama, papá.

A veces pienso que no estás conmigo Señor, a veces peleo contigo porque no veo que llegue bendición a mi vida, a veces hasta se me ocurre pensar que no eres sincero cuando me has dicho tantas veces "Te Amo", Pero siempre Señor al final tu fidelidad es más grande de lo que yo puedo imaginar, Siempre Señor al final me doy cuenta que has estado allí todo el tiempo, llorando y riendo conmigo. Gracias Señor porque aunque no te vea, sé que allí estás, ayudando y esforzando a tu hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario