Isaías 40:29-31 (DHH)
Él da fuerzas al cansado,
y al débil le aumenta su vigor. Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer, pero los que confían en el Señor
tendrán siempre nuevas fuerzas
y podrán volar como las águilas;
podrán correr sin cansarse
y caminar sin fatigarse.
Un grupo de jóvenes, hijos de una familia agrícola, un día hicieron una excursión al campo. Al subir una pequeña montaña, encontraron el nido de un águila, y al lado del nido, el cuerpo inerte de la madre.
Dentro del nido se veía un huevo. Pensaron los jóvenes, ¿Por qué no lo llevamos a casa? De alguna manera podemos hacer que nazca, y tendremos una mascota muy especial.
Se llevaron el huevo, y al llegar a la casa, les pareció bien colocarlo en el nido de una pata para que ella lo incubara. El plan funcionó; después de su tiempo de incubación, el águila salió del cascarón. Junto con los patitos que eran sus compañeros de nido, aprendió de la pata a buscar gusanos en el suelo. El aprender a nadar no fue un éxito, pero la pequeña águila se conformaba con dar chapuzones en el agua a la orilla del lago.
Aprendió a graznar, aprendió a nadar como los patos, pero nunca aprendió a volar. Los patos no volaban; y él, creyéndose uno de ellos, nunca lo intentó. Un día, llegó a la laguna una ave que la pequeña águila jamás había visto antes. Era majestuosa, imponente, y llegó volando sobre un inmenso par de alas poderosas.
Era otra águila. El visitante lo saludó, y luego le dijo: ¿Qué hace una águila como tú aquí entre estos patos? ¿Por qué no vuelas a otro lado con tus alas?. La pequeña águila exclamó: ¡No te burles de mí! Ojalá pudiera volar como tú. Pero no puedo; soy pato, y los patos no podemos volar.
El águila visitante insistió, pero era imposible convencer al otro de que podía volar. Insistía en que era pato. Finalmente, frustrado, se fue; y mientras ascendía a las alturas, la otra águila volvió a buscar gusanos en el suelo.
Desgraciadamente, sucede a muchos lo que a esta águila, se creen patos porque el mundo que los rodea así les ha enseñado; nunca se dan cuenta de lo que verdaderamente son, de su gran destino, el cual pierden por desconocimiento. ¿De verdad estás en el lugar que Dios ha querido para ti?, tal vez hasta estás fuera de Dios, no le conoces, no le crees, no le sigues, incluso a veces le atacas. Dios quiere de nuestra vida lo mejor, lo que pensó para cada uno, si queremos superar la mediocridad de este mundo y vivir con éxito, debemos hallar la perspectiva de Dios sobre nuestra persona en vez de aceptar el valor que el mundo nos impone.
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