martes, 20 de enero de 2009

El viejo samurai

Proverbios 14:29 (RVA)
El que tarda en airarse es grande de entendimiento; Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.

Proverbios 15:1 (RVA)

La blanda respuesta quita la ira;
Mas la palabra áspera hace subir el furor.


Cerca de Tokio vivía un gran samurai, ya anciano, que se dedicaba a enseñar a los jóvenes. A pesar de su edad corría la leyenda de que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.

Cierta tarde, un guerrero -conocido por su total falta de escrúpulos apareció por allí. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba a que su adversario hiciera el primer movimiento y, dotado de una inteligencia privilegiada para reparar en los errores cometidos, contraatacaba con velocidad fulminante. El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una lucha. Conocía la reputación del samurai y fue hasta allí para derrotarlo y aumentar su fama.

Todos los estudiantes se manifestaron en contra de la idea, pero el viejo aceptó el desafío. Juntos, todos se dirigieron a la plaza de la ciudad y el joven comenzó a insultar al anciano maestro. Arrojó algunas piedras en su dirección, le escupió en la cara, le grito todos los insultos conocidos ofendiendo incluso a sus ancestros.

Durante horas hizo todo por provocarlo, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, sintiéndose ya exhausto y humillado, el impetuoso guerrero se retiró. Desilusionados por el hecho de que el maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron: ¿Cómo pudiste maestro, soportar tanta indignidad?. ¿Por qué no usaste tu espada aún sabiendo que no podías perder la lucha, en vez de mostrarte cobarde delante de todos nosotros?

El anciano maestro samurai respondió: ¿Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, a quién pertenece el obsequio?. A quien intentó entregarlo, respondió uno de los alumnos. Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo. Este viejo sabio recitaba un principio que el Señor nos ha enseñado en su palabra "La blanda respuesta quita la ira; Más la palabra áspera hace subir el furor" Proverbios 15:1

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