martes, 20 de enero de 2009

Honestidad

Salmo 25:5-7 (NVI)
Encamíname en tu verdad, ¡enséñame!. Tú eres mi Dios y Salvador; ¡en ti pongo mi esperanza todo el día!. Acuérdate, Señor, de tu ternura y gran amor, que siempre me has mostrado; olvida los pecados y transgresiones que cometí en mi juventud. Acuérdate de mí según tu gran amor, porque tú, Señor, eres bueno.


En la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, primero debía casarse. Sabiendo esto, decidió hacer una competencia entre las muchachas de la región para ver quién sería digna de su propuesta.

El príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una mujer que servía en el palacio desde hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija estaba profundamente enamorada del príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración.

Sin poder creerlo le preguntó:

"¿Hija mía, qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura."

"No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero tal vez sea mi única oportunidad de estar, al menos por algunos momentos, cerca del príncipe. Esto me hará feliz."

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones.

Finalmente, el príncipe anunció el desafío:

"Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que dentro de seis meses me traiga la flor más bella, será escogida como mi esposa y futura emperatriz de China."

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean costumbres, amistades, relaciones, etc.

Pasaron los días, y aunque la dulce joven no tenía mucha habilidad en las partes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse por el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.

Conciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que, sin importar las circunstancias, regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas, sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

A la hora señalada estaba allí, con su maceta vacía. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cual más bella de todas, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella. Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven sería su futura esposa!!!

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué había escogido justamente a aquella que no había logrado cultivar nada.

Entonces, con calma, el príncipe explicó:

"Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles."

Vale la pena que nos preguntemos sobre cómo actuamos en las circunstancias que la vida nos presenta, en esta sociedad moderna donde la tecnología es sorprendente, donde las personas son mucho más cultas y nos acercamos más a una sociedad avanzada, es también una sociedad donde los valores que antes nos hicieron crecer hoy traicionamos, actuamos con deshonestidad, la integridad y la honradez brillan por su ausencia, una persona que actúa en forma honesta es tildada de tonta por no aprovechar las oportunidades.

Es bueno que por fin recuperemos lo que se ha perdido, hablar con Dios al respecto, invitarle de nuevo a que habite en nuestros hogares, escuelas, universidades, gobiernos y eso será posible solo si le aceptamos en nuestro corazón y pedimos su orientación y protección. Dios ya hizo todo para poder corregir el rumbo, envió a su Hijo Jesucristo para que a través de Él nos acerquemos a su trono y recibamos paz, bendición, descanso, fuerzas, salvación y vida eterna, esta sociedad sería entonces muchísimo mejor.

Encamíname en tu verdad, ¡enséñame!. Tú eres mi Dios y Salvador; ¡en ti pongo mi esperanza todo el día!. Acuérdate, Señor, de tu ternura y gran amor, que siempre me has mostrado; olvida los pecados y transgresiones que cometí en mi juventud. Acuérdate de mí según tu gran amor, porque tú, Señor, eres bueno. Salmo 25:5-7

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